2.-MISIONEROS DE ESPERANZA ENTRE LOS PUEBLOS-II (14-09-25).
-SER, EN CRISTO Y COMO CRISTO, PORTADORES Y CONSTRUCTORES DE ESPERANZA-
Colaboración semanal en clave misionera de Don Antonio Evans Martos, Delegado misiones en Córdoba. España (curso 2025-26).
Los cristianos estamos llamados a evangelizar compartiendo las condiciones de vida de las personas que nos encontramos, siendo portadores y constructores de esperanza (cf. GS, 1)
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El Papa dice estar pensando particularmente en los misioneros ad gentes, los enviados, en el nombre de Jesucristo a las periferias geográficas. Porque ellos, siguiendo la llamada divina, han estado disponibles a ir a otras naciones para dar a conocer el amor de Dios en Cristo; por eso, el Papa les está agradecido de corazón. Sus vidas -nos dice el Papa- son una respuesta concreta al mandato de Cristo resucitado, que ha enviado a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos (cf. Mt 28,18-20). De ese modo, los misioneros señalan la vocación universal de todos los bautizados a ser, con la fuerza del Espíritu Santo y el compromiso diario, entre los pueblos, misioneros de esa inmensa esperanza que nos concede Jesús, el Señor.
Pero, como el mandato de ser, en Cristo y como Cristo, portadores y constructores de la esperanza cristiana incumbe a todos los bautizados, a toda la Iglesia, hay que tener presente también las periferias sociales y culturales, ya que la esperanza cristiana va más allá de las realidades mundanas y se abre a las divinas, que ya pregustamos en el presente (EN, 27). La esperanza cristiana requiere que seamos signos de una nueva humanidad en un mundo que muestra síntomas de crisis de lo humano: con un sentimiento generalizado de desorientación, soledad y abandono de los ancianos; mostrando dificultad para estar disponibles a ayudar a quienes nos rodean; donde decae la proximidad, estamos todos interconectados pero no estamos en relación; donde la eficiencia y el apego a las cosas y a las ambiciones hacen que estemos centrados en nosotros mismos y seamos incapaces de altruismo. El Evangelio, vivido en la comunidad, puede restituirnos una humanidad íntegra, sana, redimida.
El Papa renueva la invitación a todos, con opción preferencial a todas las periferias, a realizar las obras indicadas en la Bula de convocación al Jubileo (nn7-15): que tengamos una particular atención a los más pobres y débiles, enfermos, ancianos y excluidos; y que lo hagamos con el estilo de Jesús: con cercanía, compasión y ternura, cuidando la relación personal en su situación concreta (cf. EG, 127-128). Acentúa que muchas veces, serán ellos quienes nos enseñarán a vivir con esperanza.
Esas dos expresiones son claves (la atención a los pobres y el estilo evangélico), porque los cristianos, discípulos-misioneros de la esperanza, somos transmisores a los demás de las gracias concretas de Dios en Cristo. Para vivir como portadores y constructores de esperanza por vocación, estamos llamados a ser cada vez más “signos del Corazón de Cristo y del amor del Padre, abrazando al mundo entero”. Los misioneros de la esperanza son, por tanto, también y sobre todo, misioneros de la misericordia fiel divina.
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