13.- LA SINODALIDAD SE CONVIERTE EN CORRESPONSABILIDAD MISIONERA (24-11-24).
Colaboración semanal en clave misionera de Don Antonio Evans Martos, Delegado misiones en Córdoba. España (curso 2024-25).
La palabra que quiere acentuar la Iglesia sinodal es la de escuchar, la necesidad de sabernos escuchar, con la petición de entrar en el dinamismo de una escucha recíproca, conducida a todos los niveles de la Iglesia, implicando a todo el Pueblo de Dios. Se trata ante todo de un camino que interpela a cada comunidad en su ser expresión visible de una comunión de amor, reflejo de la
relación Trinitaria, de su bondad y de su belleza, capaz de suscitar nuevas energías para confrontarnos concretamente con el momento actual.
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Volver a la propia llamada, reencontrar la alegría de sentirse y ser parte de un proyecto de amor y redescubrir con estupor que el Señor llama a cada uno a realizar el sueño de bien para la humanidad, ayuda a reavivar y a reforzar la propia pertenencia, la primera declinación de la participación. No puedo participar si me siento como el todo y no me reconozco como parte de un proyecto compartido.
Es un cuerpo que pide la participación de todos –ninguno se excluya o se sienta excluido; ninguno piense “no me preocupa”-, que recuerda la unidad de los miembros con el cuerpo y la comunión de todas las riquezas de las vidas y de los carismas, comprendidas las fatigas y las heridas, que no se esconden.
La participación se convierte a la vez en responsabilidad: la llamada a ser Iglesia sinodal no puede ser desatendida, no se puede faltar o trabajar con autonomía. La sinodalidad comienza dentro de nosotros: con un cambio de mentalidad, con una conversión personal, en la comunidad o fraternidad, dentro de casa, en el trabajo, en nuestras estructuras, para expandirse en los ministerios y en la misión.
En consecuencia, el estilo de participación se convierte en el de la corresponsabilidad, propio de la naturaleza de la Iglesia, la comunión y su sentido último: el sueño misionero de llegar a todos, de cuidar de todos, de sentirse todos hermanos y hermanas, juntos en la vida y en la historia, que es la historia de la salvación.
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