14.- HAY QUE TENER PASIÓN POR LA EVANGELIZACIÓN-CORAZÓN MISIONERO (3-12-2023).

14.- HAY QUE TENER PASIÓN POR LA EVANGELIZACIÓN-CORAZÓN MISIONERO (3-12-2023).

Colaboración semanal en clave misionera de Don Antonio Evans Martos, Delegado misiones en Córdoba. España (curso 2023-24).

 

El Papa Francisco nos invita a dejarnos ayudar por el testimonio de santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, por su pasión por la evangelización, por su celo apostólico.

 

 

 

 

 

 

 

En su “diario” cuenta que ser misionera era su deseo y que quería serlo no solo por algunos años, sino para toda la vida, es más, hasta el fin del mundo. Teresa fue “hermana espiritual” de diversos misioneros: desde el monasterio los acompañaba con sus cartas, con la oración y ofreciendo por ellos continuos sacrificios. Sin aparecer intercedía por las misiones, como un motor que, escondido, da a un vehículo la fuerza para ir adelante. Sin embargo, a menudo no fue entendida por las hermanas monjas: obtuvo de ellas “más espinas que rosas”, pero aceptó todo con amor, con paciencia, ofreciendo junto a la enfermedad, también las críticas y las incomprensiones. Y lo hizo con alegría, lo hizo por las necesidades de la Iglesia, para que, como decía, se esparcieran “rosas sobre todos”, sobre todo sobre los más alejados.

Todo este celo, esta fuerza misionera y esta alegría de interceder le vienen, en primer lugar, por un episodio que sucedió antes de que Teresa entrara en el monasterio, con 14 años. Se refiere al día que le cambió la vida, la Navidad de 1886, cuando Dios obró un milagro en su corazón. Al volver de la Misa de medianoche, el padre, muy cansado, no tenía ganas de asistir a la apertura de los regalos de la hija y dijo: «¡Menos mal que es el último año!», porque a los 15 años ya no se hacía. Teresa, de carácter muy sensible y propensa a las lágrimas, se sintió mal, subió a su habitación y lloró. Pero rápido se repuso de las lágrimas, bajó y llena de alegría, fue ella la que animó al padre. ¿Qué había pasado? Que, en esa noche, en la que Jesús se había hecho débil por amor, ella se volvió fuerte de ánimo. Un verdadero milagro: en pocos instantes había salido de la prisión de su egoísmo y de su lamento; empezó a sentir que “la caridad le entraba en el corazón, con la necesidad de olvidarse de sí misma”.

Desde entonces dirigió su celo a los otros, para que encontraran a Dios y en vez de buscar consolación para sí se propuso «consolar a Jesús, hacerlo amar por las almas», porque «Jesús está enfermo de amor y […] la enfermedad del amor solo se cura con amor». Este es el propósito de todas sus jornadas: «hacer amar a Jesús», interceder para que los otros lo amaran. Escribió: «Quisiera salvar las almas y olvidarme por ellos: quisiera salvarles también después de mi muerte». En más de una ocasión dijo: «Pasaré mi cielo a hacer el bien en la tierra».

 

 

Don Antonio Evans Martos. Delegado Episcopal de Misiones en ´Córdoba-España.

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