15.- EL CELO APOSTÓLICO ES PREFERENCIALMENTE POR LOS ÚLTIMOS (10-12-2023).
Colaboración semanal en clave misionera de Don Antonio Evans Martos, Delegado misiones en Córdoba. España (curso 2023-24).
Todo celo apostólico de Santa Teresa, su fuerza misionera y su alegría de interceder estaba dirigido sobre todo a los pecadores, a los “alejados”. Y su fuente arranca cuando Teresa supo de un criminal condenado a muerte por crímenes horribles, que se llamaba Enrico Pranzini, considerado culpable del brutal homicidio de tres personas, estaba destinado a la guillotina, pero no quiso recibir el consuelo de la fe.
Teresa lo tomó muy en serio e hizo todo lo que pudo: reza de todas las formas por su conversión, para que el que, con compasión fraterna, llama «pobre desgraciado Pranzini», tenga un pequeño signo de arrepentimiento y haga espacio a la misericordia de Dios, en la que Teresa confía ciegamente. Tuvo lugar la ejecución. Al día siguiente Teresa leyó en el periódico que Pranzini, poco antes de apoyar la cabeza en el patíbulo «se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas!». La santa comenta: «Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por los noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad -nos dice el Papa-, este es el motor de la misión. De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es también cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración, su intercesión, Jesús pase. Y este es el celo apostólico que, recordémoslo siempre, no funciona nunca por proselitismo -¡nunca!- o por constricción -¡nunca!-, sino por atracción: la fe nace por atracción, uno no se vuelve cristiano porque sea forzado por alguien, no, sino porque es tocado por el amor. La Iglesia, antes que muchos medios, métodos y estructuras, que a veces distraen de lo esencial, necesita corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios. Pidamos a la santa la gracia de superar nuestro egoísmo y pidamos la pasión de interceder para que esta atracción sea más grande en la gente y para que Jesús sea conocido y amado.
Don Antonio Evans Martos. Delegado Episcopal de Misiones en Córdoba-España.
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