28.-COLABORAR EN LA MISIÓN ES EL TESTIMONIO DE LA VERDADERA COMUNIÓN.

28.- Colaborar en la misión universal es el termómetro de la verdadera comunión (10-03-24).

Colaboración semanal en clave misionera de Don Antonio Evans Martos, Delegado misiones en Córdoba. España (curso 2023-24).

 

Hay que reconocer la prioridad de la responsabilidad misionera que corresponde a las Iglesias particulares con su Obispo y su Presbiterio (RMi 61-64, 67-68), puesto que la responsabilidad misionera se encuentra principalmente en los sucesores de los Apóstoles: «Los Doce son los primeros agentes de la misión universal» (RMi 61). Al reconocer que «cada Iglesia es enviada a las gentes», se afirma la realidad de comunión misionera. En efecto, «en ese vínculo esencial de comunión entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares se desarrolla la auténtica y plena condición misionera» (RMi 62). Las afirmaciones conciliares y postconciliares son explícitas y no dejan lugar a dudas: «toda la diócesis se haga misionera» (AG 38); «toda Iglesia particular debe abrirse generosamente a las necesidades de los demás» (RMi 64).

 

Las realidades de gracia que constituyen cada Iglesia particular (ministerios, vocaciones y carismas) expresan y viven su realidad de comunión con la Iglesia universal, asumiendo la responsabilidad misionera que es inherente. Al ser y vivir la realidad de Iglesia particular, se asume la responsabilidad misionera universal de la misma. La colaboración en la misión universal es el termómetro de la vivencia de la verdadera comunión de Iglesia, la cual es «sacramento» como «señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1). Así se hace realidad el que la Iglesia sea «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1).

La espiritualidad de toda vocación es eminentemente eclesial y, por tanto misionera. El amor a la Iglesia es la forma más concreta de expresar el amor a Cristo que vive en ella como misterio de comunión misionera. El servicio pastoral y la espiritualidad específica del sacerdote ministro, consiste también en dinamizar toda vocación cristiana por el camino de la santidad y de la misión (cfr. PO 6 y 9). Esta toma de conciencia misionera de toda vocación y de toda comunidad eclesial, está relacionada con la pertenencia a la Iglesia particular y la labor apostólica realizada por todos en la misma Iglesia.

La doctrina sobre la Iglesia particular misionera es, pues, clara y admitida teóricamente. Pero hay que pasar al terreno práctico y operativo: insistencias y urgencias actuales, necesidad de educación y formación, programación…

Don Antonio Evans Martos. Delegado Episcopal de Misiones en Córdoba-España.

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