9.- PEDRO MANUEL SALADO DE ALBA
La Segunda Semana del Mes Misionero es la SEMANA DEL TESTIMONIO DE LOS SANTOS, DE LOS MÁRTIRES DE LA MISIÓN Y DE LOS CONFESORES DE LA FE: EXPRESIÓN DE LA ADULTEZ DE LA FE DE NUESTRA IGLESIA REPARTIDA POR EL MUNDO ENTERO.
Conoce un ramillete de Santos, Mártires, religiosos y confesores de nuestra Iglesia Diocesana de Córdoba.
Es la mejor expresión de una Iglesia misionera.
9.- PEDRO MANUEL SALADO DE ALBA
Pedro Manuel Salado nace el 1 de enero de 1968 en el seno de una familia cristiana de Chiclana de la Frontera (Cádiz); es el tercero de 6 hermanos. En esta familia numerosa aprende el valor de la fraternidad y de la sencillez. Es un joven emprendedor y, a la vez, tímido; apasionado de la electrónica.
Con experiencias como la visita que realizó a Taizé, Dios le va marcando a Pedro Manuel el camino, que desembocará en la Familia Eclesial “Hogar de Nazaret”.
Esta comunidad católica pertenece a los nuevos movimientos eclesiales, y es fundada por María del Prado Almagro en 1978, en Córdoba (España). Es una Institución de vida consagrada, misionera, que nace en la Iglesia con el deseo de ofrecer objetivos claros:
- Un camino de santidad, siguiendo la máxima evangélica «si el grano de trigo que cae en la tierra muere, da fruto» (Jn 12,24).
- Y una misión: atender, desde los valores de la Sagrada Familia de Nazaret, a niños y jóvenes en situación de riesgo de exclusión social, ofreciéndoles un hogar con un ambiente lo más parecido a una familia, en los que se da una educación humana y cristiana, así como también la atención del apostolado familiar en general.
Esta Familia Eclesial Hogar de Nazaret está integrada por dos ramas, una de mujeres célibes y otra de hombres célibes, clérigos y laicos. Los miembros de estas dos ramas se consagran a Dios, asumiendo los Consejos Evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Viven en fraternidad una exclusiva y radical disponibilidad en la misión.
La misión principal del carisma de esta Institución es la atención a los niños y jóvenes en situación de riesgo de exclusión social, creando hogares donde se sientan siempre acogidos, escuchados, atendidos en todas sus necesidades, en medio de un clima de auténtico cariño. El objetivo es crear una verdadera familia donde se le ofrezca la posibilidad de crecer en estatura sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52). Todo lo cual requiere el poder ofrecerles una educación humana y cristiana, una educación integral. Y todo ello vivido con ojos de fe, respondiendo así al Evangelio: «el que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí» (Lc 9,48).
El trabajo, sencillo, cercano a la realidad de las personas que nos rodean, el proceso de educación con cada uno de los niños y jóvenes acogidos en los hogares, el deseo de llevar el Evangelio mediante el contacto directo con cada joven, matrimonio, niño o madre de familia, intentando tener siempre presente que el amor es la máxima de la educación… es lo que hemos querido que impulse todas las actividades que se han llevado a cabo.
El trabajo de los distintos Hogares de Nazaret no tiene rasgos de grandeza o apariencia, no es multitudinario ni aparentemente significativo, es sencillo, en lo cotidiano, en el pequeño grupo, en el “tú a tú”.
Estos hogares se realizan con movimientos propios de la Institución y en colaboración con las parroquias y las diócesis. Se dirigen a grupos parroquiales, familias, misiones de barrio y voluntarios.
Al conocer la situación de sufrimiento y abandono en la que tantos niños y jóvenes se encuentran, Pedro Manuel responde a la llamada del Señor en el Hogar de Nazaret. En 1988 comienza el noviciado en el Hogar de Nazaret de Córdoba; emite los primeros votos el 15 de agosto de 1990, y permanece en Córdoba dirigiendo uno de los cinco Hogares que por entonces había en esta ciudad.
En 1999 Pedro Manuel es destinado a Ecuador (América), a la diócesis de Esmeraldas, al Hogar que la Institución tiene en la ciudad de Quinindé. En el año 2002 asume la dirección de la escuela Santa María de Nazaret. Fueron años duros, pues a él le toca la labor de fortalecer y proyectar una escuela con solo 8 años de existencia y con más de 500 alumnos, muchos de ellos procedentes de familias muy pobres.
En este tiempo el “hermano Pedro” (así lo conocían en Ecuador), con su abnegada labor, no solo logró mantener la Escuela, sino que realizó la ampliación hasta terminar con el Bachiller.
Para esta ardua labor tuvo dos secretos que quien lo conoció afirma que era así: el primero de ellos es la obediencia, lo consultaba todo a sus superiores. El segundo era su confianza en la Virgen María, en los años más difíciles de la escuela decía: “Si la escuela se mantiene en pie es por la acción de la Virgen; eso parece claro”.
Sin embargo, el hermano Pedro Manuel huía de cargos; por ello, en el año 2008 pidió el relevo en la dirección de la Escuela, petición que le fue concedida sin dejar por ello la docencia. Su vida eran los niños, pero sobre todo los que estaban acogidos en el Hogar. No escatimaba en tiempo y en esfuerzo para dedicarse a ellos: estudio, juegos, excursiones, teatros familiares, catequesis…
Además de su entrega a los niños, el hermano destacaba por humildad, por su sencillez y por ser un gran trabajador. De él se ha dicho que “pasó por la vida sin hacer ruido”. Unida a esta sencillez destacan también su pobreza evangélica (espiritual y material), su alegría y su bondad: “para servir era el primero” (Mª del Prado).
En una de sus visitas a España, en el año 2003, se vino con el único calzado de unos zapatos para todo. Cuando le entregaron unas zapatillas para jugar fútbol y se le preguntó si le quedaban bien él respondió: “Sí, tengo pie de pobre”.
Otra de las virtudes por las que se caracterizaba Pedro Manuel era por su sentido profundo de la fraternidad. Lo primero para él eran sus hermanos de comunidad; dejaba todo por acudir a atender a algún hermano que pasara por una situación difícil; “era todo para todos”.
El domingo 5 de febrero de 2012, la comunidad misionera se había ido con los niños y niñas que tienen acogidos a una playa cercana a la misión. Estando los niños jugando en el agua cerca de la orilla, de pronto un remolino se llevó a siete hacia dentro. «Los niños estaban tranquilamente en el agua, pero en un momento una fuerza los arrastró para dentro. Creíamos que iba ser una resaca de una ola, pero parece ser que fue algo más, como un remolino», comentó el Hermano Manuel, compañero misionero del Hermano Pedro, poco tiempo después de ocurrido el hecho.
El misionero, sin dudar un segundo, pese al respeto que le tenía al mar, se lanzó al agua para sacar a cada uno de los niños.
«Había un socorrista y un surfero, pero el único que tuvo el arrojo de lanzarse al mar fue Pedro Manuel. No lo dudó; dijo: ‘Tengo que salvar a mis niños'», añadió el compañero.
El Hermano Pedro logró sacar a los siete pequeños con gran esfuerzo, llevándoselos al socorrista. Al faltar los dos últimos (Selena y Alberto), una ola se los volvió a arrebatar, pero el misionero sacó fuerza de donde no la tenía, logrando rescatarlos; pero ya él estaba exhausto, y se ahogó en el mar. El socorrista lo sacó del agua, falleciendo en la orilla del mar.
Su muerte fue para el Hogar de Nazaret un momento doloroso, pero ese mismo día descubrimos rezando el rosario un gozo: “yo quiero ser como Pedro Manuel, porque ha llevado su consagración hasta las últimas consecuencias”. La apertura de su causa es para el Hogar de Nazaret una palabra de ánimo de la Iglesia, porque ese reconocimiento a su entrega representa la meta que todos “los consagrados queremos alcanzar”.
Al conocer la noticia, el obispo de Esmeraldas, Mons. Eugenio Arellano, afirmaba que “el hermano Pedro murió como vivió” entregado a Dios y a los niños.
«El Hermano Pedro Manuel nos recuerda hasta dónde puede llegar el amor a Dios y al prójimo. El lema de la Familia Hogar de Nazaret es: “Si el grano de trigo cae en tierra y muere da mucho fruto” (Jn 12,24). Y él no le negó nada a Dios en toda su vida», subrayó la Diócesis de Córdoba en nota de prensa emitida el pasado febrero al conmemorarse el 6º aniversario del fallecimiento del misionero. Así lo ha vivido el hermano Pedro Manuel, él ciertamente ha llevado su consagración hasta las últimas consecuencias. El testimonio de este joven misionero sirva de llamada para todos aquellos jóvenes de buena voluntad que desean entregar su vida a Dios y a tantos niños que esperan ser atendidos; “¿Quién nos cuidará a nosotros ahora?” decía uno de los niños salvado por el hermano Pedro. ¿Quieres ser tú?
El 12 de octubre de 2018, Mons. D. Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba, a las 12:00 horas, presidió en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba la solemne apertura de la causa de beatificación del hermano Pedro Manuel, que constituye la primera sesión de un proceso asumido por la diócesis de Córdoba tras el traslado de competencia del Vicariato Apostólico de Esmeraldas donde, por legislación, se tendría que haber abierto la causa ya que el hermano Pedro Manuel murió allí