10.- ANTONIO CÉSAR FERNÁNDEZ
La Segunda Semana del Mes Misionero es la SEMANA DEL TESTIMONIO DE LOS SANTOS, DE LOS MÁRTIRES DE LA MISIÓN Y DE LOS CONFESORES DE LA FE: EXPRESIÓN DE LA ADULTEZ DE LA FE DE NUESTRA IGLESIA REPARTIDA POR EL MUNDO ENTERO.
Conoce un ramillete de Santos, Mártires, religiosos y confesores de nuestra Iglesia Diocesana de Córdoba.
Es la mejor expresión de una Iglesia misionera.
10.- ANTONIO CÉSAR FERNÁNDEZ
En la mañana del 7 de enero de 1946, y en la calle Andrés Peralbo nº 1 de Pozoblanco (Córdoba), tuvo lugar el nacimiento de César, que es inscrito en el Registro Civil con el nombre de Antonio, que luego, en 2014, lo cambiará por el de Antonio César.
Pilar, su madre, pieza fundamental en su vida, se dedicaba a las tareas domésticas, administrando los escasos recursos de aquella época. Su padre, César, jefe de la oficina de Correos, estaba obligado a completar sus ingresos dando clases de diversas materias en el Colegio de los Salesianos y en una Academia. Así, juntos, compenetrados, pudieron criar a sus hasta entonces tres hijos, en una España en tiempos difíciles.
No tardó en llegar a la familia su hermana Patri (07-11-1948), para así vivir una feliz infancia los cuatro hermanos. A la postre serán cinco con Juan Carlos, que llegó un poco más descolgado (08-02-1960), cosas de la época.
Antonio César cursó los estudios infantiles y de bachillerato en el Colegio Salesiano “San José”, de Pozoblanco (Córdoba), donde ingresa el 2 de octubre de 1952. Se deduce de su expediente escolar que era un estudiante brillante.
Pronto se despertó su verdadera vocación religiosa, pues ya de pequeño gustaba “hacer misas”, procesiones y otros actos en los que participaban los niños del barrio. Su abuela Patrocinio le fabricó una “casullita” roja y dorada.
Con 16 años terminó sus estudios y comunicó a sus padres su vocación y la intención de ser salesiano. En San José del Valle hizo el Noviciado, donde también le impusieron la sotana y, tras el Tricinio en Montilla (Córdoba) y el Diaconado en Granada, el 17 de septiembre de 1972 es ordenado Sacerdote en la Iglesia del Colegio “San José” de los PP. Salesianos de Pozoblanco (Córdoba).
Los salesianos son evangelizadores, educadores y comunicadores del amor de Dios. Su carisma está destinado principalmente a los jóvenes, para que se den cuenta que Dios les ama. Un apostolado que se realiza principalmente en obras como: colegios técnicos, escuelas, oratorios, misiones ad gentes y también en universidades.
Es un carisma educativo evangelizador destinado a los jóvenes, particularmente a los más necesitados. En ese educar-evangelizar y evangelizar-educar buscan que se den cuenta de que Dios los ama y de que ellos son importantes para la Iglesia. Son los tres elementos centrales del carisma: evangelizar, educar y comunicar el amor de Dios.
Tras una estancia (1972-1976) como profesor en el Colegio Salesiano “Santo Domingo Savio” en Úbeda (Jaén), cursa estudios de Teología Pastoral en Barcelona (1977); para luego ser destinado a Ronda (Málaga), donde permaneció cinco años (1977-1982). En esta ciudad malagueña fue Capellán de las Hermanas Pobres de Santa Clara – Clarisas (O.S.C.), siendo muy querido por las religiosas de dicha Orden pues, con su intercesión, se hicieron logros impensables hasta el momento. Reflotó el Centro Obrero Católico, de donde salieron algunas vocaciones y, sobre todo, hizo formación de jóvenes en el espíritu salesiano.
En 1975 muere su madre como consecuencia de una larga enfermedad. Después de este óbito, solicitó irse a las misiones en tres ocasiones, lo que prueba que en él habitaba el verdadero “espíritu” de misionero. Sus más allegados amigos manifiestan que, desde pequeño, ya quería ser misionero.
En abril de 1982, en la Iglesia del Colegio Salesiano “San Francisco de Sales”, de Córdoba, se celebra el acto de la Imposición de la Cruz de Misionero y, en ese mismo mes, llega a Lomé (Togo), junto con el P. Lucas Camino y el P. Juan Manuel Melgar, llevando a aquellas tierras la presencia salesiana, inédita hasta entonces.
Antonio César, en principio, procedió a una toma de contacto con las gentes y con el ambiente africano, con el aprendizaje de su lengua, la comprensión de sus costumbres, etc. También estudió bien el lugar, las necesidades y problemas de la gente. Lógicamente, privilegió el trabajo de promoción integral en el sector infantil y juvenil, como corresponde a su carisma salesiano.
Nada más comenzar a dar pasos evangelizadores late en su interior la necesidad de crear Oratorios que sirvan para “formar buenos cristianos y honestos ciudadanos”, la típica obra salesiana que quiere ser para los muchachos:
– Patio, para convivir en libertad, alegría y seguridad;
– Casa, para recibir calor de hogar, alimento, vestido y estancia;
– Escuela–Taller, para capacitarse para la vida y el trabajo;
– Parroquia para recuperar o fortalecer la filiación divina en la Iglesia de Dios.
El trabajo en el campo educativo y formativo constituyó siempre uno de sus principales objetivos. En una de sus cartas escribía: “La realidad que tenemos delante es de mucha pobreza, es decir analfabetismo con todo su cortejo: ignorancia, rutina, dejadez, falta de valores, imagen negativa de sí mismo… Nuestro objetivo no puede ser otro que formar, desarrollar, dar oportunidades, animar, evangelizar… Por todo ello, es urgente la escuela. Es necesario motivar a la persona, hacerle ver sus capacidades, superar complejos de inferioridad, crear hábitos de trabajo, abrir horizontes, entusiasmar, promover valores…”. Esa es la razón por la que en todos sus destinos fundó escuelas de primaria en los barrios más desfavorecidos, promoviendo la formación de alumnos y de profesores, ayudando a mejorar los sistemas pedagógicos y a abandonar los métodos violentos con los alumnos. Y, como buen salesiano, fiel al lema de su fundador: Ille qui laborat orat (el que trabaja, ora).
Importantísimo también es el método pedagógico que sigue, el característico salesiano, el Sistema Preventivo, “Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor; excluye, por consiguiente, todo castigo vio lento y procura alejar aun los suaves.” Este Sistema Preventivo se debería llamar de pedagoía del prevenir, que no solo evita que se cometa el mal, sino también y ante todo brinda los medios necesarios para que se realice el bien. Por ello la necesidad de recreación, esparcimiento lúdico, música, etc.; y de manera especial la presencia constante y fraterna del educador-asistente, que pone al joven en la imposibilidad de cometer el mal, pero al mismo tiempo le incentiva a obrar el bien.
El Sistema Preventivo, conocido como pedagogía salesiana, busca formar a la persona de manera integral; impregnada de fe en lo humano y encarnada en su realidad, a través de un itinerario educativo capaz de llevar a los jóvenes a la santidad. La persona del muchacho es recibida y amada como él es y por lo que es, con sus límites, con sus potencialidades y es valorada. El saludo, el diálogo cordial, el compartir el juego y los problemas de cada día, la capacidad de escucha, la disponibilidad paciente son condiciones en las que se concretiza un recibimiento amistoso da seguridad, hacer sentir como en la propia casa.
En el campo espiritual hay dos características del Sistema Preventivo que se pueden pasar por alto. En primer lugar, la frecuente práctica sacramental, principalmente de la eucarística y de la reconciliación, que son lugares de encuentro con el Dios amigo, lleno de misericordia. En segundo lugar, la devoción mariana, que no es en modo alguno marianismo sino, por el contrario, auténtico compromiso de vida cristiana.
Como salesiano, religioso y misionero era plenamente consciente de que no se puede hablar de Dios en teoría “Jesucristo –decía en una carta suya- viene para liberarnos, y nuestra vida consiste en hacer que esto sea una realidad en cada persona por medio de la educación y la formación. Los años me han hecho ver que esa es la mejor inversión, escuela y formación profesional de calidad, luchar contra el paro instruyendo y enseñando un oficio, intentando que encuentren un puesto de trabajo al final de la formación. Esto elimina pobreza y crea dignidad, y es ahí donde nos empleamos a fondo”.
Como trabajo social, en general, trató con empresarios y patronos la mejora de las condiciones de trabajo de los jóvenes, su alfabetización; promovió entre ellos actividades de formación, deportivas y del empleo del tiempo libre. Al comprobar que existían chicos abandonados, improvisaba casas de acogida, ofreciéndoles medios para salir de esa situación.
Pasó varios meses en la parroquia “Santa María Reina”, en Lomé, y en agosto del mismo año se trasladó a la casa salesiana junto a la parroquia “María Auxiliadora” de Gbényédzi, en Lomé, donde es nombrado Párroco y, desde 1985 hasta 1988, también es nombrado Director de la Comunidad Salesiana.
En cuanto al trabajo parroquial, él siempre consideró que en el marco de una parroquia misionera han de ir unidas la dimensión religiosa y la promoción integral de la persona. Así, es obligado que, junto con actividades propiamente religiosas, se conjuguen las de promoción y educación: formación de matrimonios, atención a las familias y enfermos. Formación de catequistas, actividades de voluntariado. El anuncio del Evangelio como elemento que libera; catequesis, encuentros, retiros, vigilias. Educando en valores para promover la paz, el diálogo, la solidaridad, la honradez, la gratuidad, el compartir, la misericordia en todas sus formas (reconciliación, perdón, respeto…). Orientación vocacional. Lucha contra los temores y miedos ancestrales, muy extendidos en África, ello supone, en general, aspectos negativos de la religiosidad tradicional; consulta a hechiceros, videntes, sacrificios de animales, amuletos, magia, brujería, maleficios, etc. Promovió la igualdad de la mujer, cuestión muy controvertida en África, mediante talleres para chicos y formación en valores de igualdad.
En 1988, al abrirse el primer noviciado en África del Oeste en Togo, Antonio César es nombrado Maestro de Novicios. Noviciado que se traslada en 1994 a su sede actual en Gbodjomé, donde Antonio César continuó siendo Maestro de Novicios hasta 1998.
En 1998 nace la Visitaduría de la AFO, y Antonio César es nombrado de nuevo Director y Párroco de Gbényédzi, durante un trienio (1988-2001).
En 2001, el Inspector Lluís María Oliveras lo nombra Vicario Inspectorial y Delegado Inspectorial de Formación.
En 2005 será enviado como Coordinador local de pastoral y Ecónomo a Bobo-Dioulasso, en Burkina Faso, donde estará varios años, antes de regresar de nuevo al noviciado de Gbodjomé.
A partir de 2009 será Secretario del Regional de África y Madagascar, participando en los encuentros anuales de la CIVAM y temporadas en Roma para los servicios solicitados por el Regional, en junio o diciembre, con ocasión de las sesiones de trabajo del consejo general.
Tras este servicio, es nombrado Secretario Inspectorial y párroco en Korhogo (Costa de Marfil). Más tarde fue nombrado Director de la comunidad (aún no erigida canónicamente) de Uagadugú, en Burkina Faso, conservando su servicio como Secretario Inspectorial
Entre las ciudades africanas de Lomé (Togo), Bobo-Dioulasso y Uagadugú (Burkina Faso), Abidjan y Korhogo (Costa de Marfil), pasarán los 37 años de su vida.
En el desarrollo de su labor pastoral desarrolló todos los servicios que le fueron encomendados: ofició de Maestro de Novicios en casi todas sus estancias; ejerció de Vicario Inspectorial y Delegado Inspectorial de Formación; también fue nombrado Secretario Inspectorial tras su experiencia como Secretario del Regional de África y Madagascar; etc.
Si quisiésemos sintetizar el perfil misionero y salesiano de Antonio César, resaltaríamos las siguientes características:
- La universalidad de la misión, despertando la conciencia de corresponsabilidad misionera, siempre abierta para todo el que quiera comprometerse en ella.
- La conciencia eclesial, pues no hacemos otra cosa que colaborar con la Iglesia, única obra salvadora de Cristo en favor de la humanidad.
- La pasión del trabajo evangelizador-educativo que bien se expresa con la amabilidad, paciencia y serenidad en el trato que, inspirados en San Francisco de Sales, han de ser características de nuestro trato interpersonal.
- Su celo pastoral, que siempre se caracterizó por ser amable, alegre, contagiante, constante, inquebrantable y perseverante hasta el martirio.
El 15 de febrero de 2019, al regreso de una reunión del Consejo Inspectorial, un grupo yihadista, tras interceptar el vehículo en el que viajaba con dos sacerdotes más y someterlo a un exhaustivo interrogatorio, a las 15:00 horas, lo mataron de tres disparos. Con ello, entregó la vida por África y sus gentes. En alguna ocasión dijo: “El martirio sería una bonita forma de terminar mi vocación, porque significa dar la vida por Dios y por los demás”.
Sus funerales africanos fueron multitudinarios, una auténtica fiesta, a ellos acudieron amigos, conocidos, sacerdotes, junto con los mandatarios de los países en los que ejerció de misionero. Sus restos reposan en el cementerio de Pozoblanco (Córdoba), su ciudad natal, donde fueron depositados tras las exequias presididas por Mons. D. Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba, y concelebradas por Mons. D. Miguel Ángel Oliveras, Obispo de Pointe Noire, Congo, junto a unos 40 sacerdotes. Al entierro acudió todo el pueblo de Pozoblanco, gentes que lo quisieron y que admiraban su labor, que contribuyeron y ayudaron siempre a los proyectos de Antonio César con todo lo que pudieron. Antonio César murió mártir como Cristo, entregando la vida por la salvación de aquellos que se la quitaban.
LOS SANTOS MISIONEROS: BRÚJULAS EN LA MISIÓN