PADRE CRISTÓBAL DE SANTA CATALINA
Conoce la vida del Padre Cristóbal de Santa Catalina, un hombre santo que ejercitó en su tiempo la misericordia con gran intensidad.
El padre Cristóbal de Santa Catalina nació en Mérida con el nombre de Cristobal López de Valladolid en el número 8 de la calle Baños el 25 de julio de 1638. Hijo de labradores muy pobres. Son pocas las noticias que se tiene a cerca de su niñez y de su juventud según el Redentorista Dionisio de Felipe en su libro Vida del Venerable Padre Cristobal de Santa Catalina, fundador de las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno , basada en la biografía del historiador Beato Fray Francisco de Posadas.
Los biógrafos hablan de una escapada que tuvo a los siete u ocho años a un convento de las afueras de Mérida. Un fraile lo llevó a su casa cuando todos estaban con la lógica preocupación. Cristóbal tuvo otros tres hermanos, pero nada se sabe de ellos, a excepción de uno que ingresó en la Congregación Hospitalaria. Trabajó en el campo con su padre y luchó contra el hambre. Sólo se conoce de su juventud su afición a la penitencia.
El 20 de marzo de 1663 Cristóbal López de Valladolid era sacerdote. Se le nombró capellán de un Tercio de Castilla que luchaba en la guerra contra Portugal. Muy enfermo tuvo que regresar a Mérida a la casa de su padres. Al restablecerse se retiró para hacer vida eremita al desierto de Bañuelos de Córdoba, donde permaneció seis años.
Allí encontró a otro ermitaño, semidesnudo, muerto de hambre, esquelético y le pidió quedarse con él y seguir sus consejos, allí es donde adoptó el nombre de padre Cristóbal de Santa Catalina. Este nombre es posible que lo llevara por la ermita que tenía esta santa en el mismo centro de Mérida, a pocos pasos del templo de Diana, y a escasos metros de donde nació Cristóbal.
Atraído por la regla de san Francisco de Asís profesó como terciario en 1671 en el convento de Madre de Dios, en las afueras de Córdoba, ciudad que lo acogió como hijo, se portó como padre y murió como un santo.
Después de Mérida, Córdoba es su auténtica patria, donde desarrollaría su vocación sacerdotal y donde fundó el 11 de febrero de 1673 el Hospital de Nuestro Padre Jesús Nazareno para atender a los más necesitados. Coloca en la puerta del centro sanitario su lema: Mi providencia y tu fe tendrán esta Casa en pie .
Los ancianas pobres, enfermas y desvalidas era el principal objetivo de sus atenciones y esto le movió a la Fundación de Hermanos Hospitalarios de Jesús Nazareno, aprobadas por Benedicto XIV en 1746 y de la que sólo existe un ejemplar que se conserva en los archivos de la Casa de Córdoba.
Escribió el libro de Las Reglas y Constituciones que han de guardar las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno impresas en 1740 en Córdoba y redactadas por el Padre José Capilla, Administrador del Hospital después de muerto el fundador.
Tuvo seguidores en distintas ciudades españolas y se le atribuyen varios milagros. En 1773 fue incoado el proceso de beatificación, que prosigue su causa en nuestros días, más vivo que nunca. El pasado día 13 de junio de 2008 se dio por válido el proceso diocesano. Ya en el Vaticano, la fase romana tiene dos ámbitos de investigación, el teológico y el médico, ambos comenzados, gracias a un milagro acaecido recientemente a una trabajadora del mismo Hospital de Jesús Nazareno de Córdoba.
Las conclusiones han pasado a la Congregación de Obispos y Cardenales y su juicio, una vez aprobado en noviembre de 2010 el inexplicable milagro, si es factible, pasará al Papa, quien elevaría a los altares a nuestro querido Padre Cristóbal con la ansiada beatificación.
Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno