Misión ad gentes 2016-2017
Don Antonio Evans Martos
NUESTRO DELEGADO HABLA
CURSO 2016-2017
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1.- La misión, Obra de misericordia corporal y espiritual (Domingo, 4/9/16)
El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio» (Bula Misericordiae vultus, 12), y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño.
La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos (cf. Dt 4,31; Sal 86,15; 103,8; 111,4). Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos (cf. Jr 31,20). El término usado por la Biblia para referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especialmente a los miembros del pueblo que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad (cf. Os 11,8). Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas (cf. Sal 144.8-9). (Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2016)
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2.- La Iglesia, testigo de la misericordia de Cristo (Domingo, 11/9/16)
La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica» (Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 2). Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita, un signo de su bondad (cf. Bula Misericordiae vultus, 3). La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas.
Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres. (Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2016)
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ORA AL ESPÍRITU SANTO POR LOS MISIONEROS-AS Y POR LAS MISIONES CATÓLICAS
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3.- La Iglesia, invitada a salir y anunciar el Evangelio a todas las periferias (Domingo, 18/9/16)
En muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad educativa, a la que el trabajo misionero le dedica esfuerzo y tiempo, como el viñador misericordioso del Evangelio (cf. Lc 13.7-9; Jn 15,1), con la paciencia de esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así personas capaces de evangelizar y de llevar el Evangelio a los lugares más insospechados. La Iglesia puede ser definida «madre», también por los que llegarán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo santo de Dios realice el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo. A los discípulos de Jesús, cuando van por los caminos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su amor.
Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (20) (Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2016)
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4.- A los 90 años de la fundación de la Jornada Mundial de las Misiones (Domingo, 25/09/16)
En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.
Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo misionero para la Iglesia, enseñe a todos, hombres, mujeres y familias, a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor Resucitado, que renueva y colma de gozosa misericordia las relaciones entre las personas, las culturas y los pueblos (Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2016)
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Conoce las brújulas en la Misión: Los santos misioneros
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5.- Semana de oración por las misiones (Domingo, 02/10/16)
Comenzamos hoy la celebración del Octubre Misionero dentro del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Un Año para vivir en la vida de cada día la misericordia que desde siempre el Padre nos dispensa. Dejémonos sorprender por Dios. Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida.
Con el lema “Sal de tu tierra”, la Iglesia quiere expresar que “la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” (Evangelii Gaudium, 15), que ella se siente llamada a salir de su tierra, de la casa paterna, de todas sus seguridades, incluso de sí misma, para ponerse en camino y vivir “al aire del Espíritu”, para confiar y dejar el protagonismo al Señor…
La experiencia de fe, el encuentro con la misericordia de Dios, le hace experimentar que el Señor ha tomado la iniciativa y la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10). Por eso, la Iglesia entiende la llamada del Señor que le invita: “Sal de tu tierra”. Ella sabe y debe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!
La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo. Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tenga necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Tan insondable es la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene.
Dediquemos esta primera semana del Octubre Misionero a sintonizar con el corazón de Dios y hacerle llegar a Dios el clamor de los pobres. Oremos por ellos, para ellos. Una oración humilde, confiada y perseverante. La oración es nuestra riqueza. Se necesita a Dios «no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos» (Hch 4,12).
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6.- Semana del sacrificio y dolor compartidos (Domingo, 9/10/16)
Con el lema “Sal de tu tierra”, el Domund de este año quiere urgir el objetivo del Año de la Misericordia: que la Iglesia se involucre y abra el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos.
El Señor se involucra e involucra a los suyos poniéndose de rodillas ante los demás para lavarles los pies. Pero luego dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás: achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja», y éstas escuchan su voz.
El Domund pide a la Iglesia que se involucre y cure las heridas, las alivie con el óleo de la consolación, las venda con la misericordia y las cure con la solidaridad y la debida atención. No caigamos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo e impide descubrir la novedad, en el cinismo que destruye. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo.
Vivamos durante toda esta semana abriendo los ojos, los oídos… y que nos llegue el clamor, el sufrimiento de los pobres, la cruda realidad de nuestro mundo, la que nuestros misioneros viven desde dentro. Compartamos su sacrificio y dolor tomando conciencia de los inmensos campos de refugiados, de los niños abandonados, del hambre y de la famélica legión de desheredados de la tierra que están esperando encontrar eco en nuestro corazón.
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CONOCE A LOS SANTOS MISIONEROS QUE SON «BRÚJULAS EN LA MISIÓN»
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7.- Semana de la cooperación económica (Domingo, 16/10/16)
Con el lema “Sal de tu tierra”, el Domund quiere que la Iglesia, salida de sí misma e involucrada en la situación de la humanidad, acompañe a ésta en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Ciertamente que la Iglesia sabe de esperas largas y de aguante apostólico, la evangelización tiene mucho de paciencia y evita maltratar límites, cuida de no maltratar los límites
La Iglesia, fiel al don del Señor, siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Ella cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña, cuando la ve despuntar en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. La Iglesia siempre encuentra la manera de que la Palabra de Dios se encarne en cada situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El cristiano sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra de Dios sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.
La Iglesia, con la práctica de las obras de misericordia, tanto las corporales como las espirituales, acompaña a una humanidad extenuada y abandonada, poniendo amor donde no lo hay, esperanza donde reina la frustración, compañía en la soledad, luz en la tiniebla, verdad en la mentira, paciencia, perdón, oración… Sin olvidar que en base a ello vamos a ser juzgados.
Hoy comenzamos la semana de la cooperación económica. Los Papas han establecido que fueran destinadas al Domund todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra.
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CONOCE ESTA LISTA DE MEDITACIONES PARA EL ALMA
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8.- Semana de oración por las vocaciones misioneras (Domingo, 23/10/16)
Con el lema “Sal de tu tierra”, el Domund pretende recordarle a toda la Iglesia cómo el Señor la ha llamado a vivir en salida, involucrada en la búsqueda de las periferias sociales, culturales, existenciales Y geográficas, para dar frutos de amor, para generar obras de misericordia de manera integral, donde nada humano le sea ajeno, ya sea su pobreza material en todas sus expresiones, o la más grave, la espiritual, con todas sus connotaciones: dudas, ignorancia, miedo, soledad, frustraciones, amarguras…
En cada uno de estos “mis hermanos más pequeños” está presente Cristo mismo. Su carne se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga […] para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado. No olvidemos las palabras de san Juan de la Cruz: «En el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor».
Una vez más el Señor nos llama para que “salgamos de nuestra tierra” y nos involucremos en la construcción de un mundo nuevo donde reine el amor; donde la grandeza se muestre en la capacidad de hacerse pequeño, último y servidor de los demás; donde nadie llame propio a nada de lo que tiene; donde no haya marginados, ni empobrecidos, ni desgraciados; donde se haga realidad el Designio amoroso de Dios, su Reino de amor.
Iniciamos la semana de oración por las vocaciones misioneras, por los que están dispuestos a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (cf Eg, 20).
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9.- La vocación del hombre es vocación misionera (Domingo, 30/10/16)
Es importante resaltar que la vocación misionera ad gentes tiene una raíz antropológica, es decir, todo hombre ha sido llamado o mejor, es vocacionado a la existencia, a ser “imagen y semejanza de Dios” (cf Gn 1,26-27). Y esta convocación, personal y colectiva del ser humano, tiene como misión dialogar y encontrarse con el Dios verdadero, para poder transformar el mundo en la digna morada para la que Él lo ha creado (cf Gaudium et spes, 3).
La vocación del hombre es, por tanto, vocación misionera a imagen de la Trinidad. En Ella, el Padre envía al Hijo, y el Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo, para salvar a la humanidad y hacernos partícipes de su proyecto de vida y amor (cf Ad gentes, 2). Toda la historia de la salvación –y en ella la de la Iglesia-, se convierte así en la historia de la vocación misionera que alcanza su plenitud en Jesucristo. Él funda la Iglesia para que continúe esta tarea, y derrama sobre ella su Espíritu, para que la guíe, fortalezca y acompañe. Así, la Iglesia, anunciando el reino de Dios, abre ante cada ser humano la perspectiva de ser “divinizado” y plenificado en su humanidad.
La Iglesia, siempre consciente de esta realidad, reflexionando y discerniendo sobre el contexto socio-cultural y eclesial de mediados del siglo XIX aceleró el reto y la urgencia de la misión en todas las partes de la tierra. Fue ésta, una etapa de la historia en la que se produjo la gran industrialización de Occidente; el fin del colonialismo en el denominado Tercer Mundo; la gran influencia de los medios de comunicación social –especialmente de la televisión-, en las costumbres y estilos de vida; la globalización y el pluralismo cultural y religioso.
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10.- Necesidad de una Iglesia “en salida” (Domingo, 6/11/16)
La realidad socio-cultural y eclesial de los siglos XIX y XX aceleró el reto y la urgencia de la misión en todas las partes de la tierra. Ante esta realidad, Pío XII primero y después, de forma mucho más amplia, sus sucesores, han sido conscientes de estas situaciones y han visto la necesidad de un diálogo más abierto y comprensivo con el mundo, invitando a una actuación más decidida y urgente a través de la misión. Consecuencia de todo ello ha sido también la insistencia en el apostolado y la teología del laicado, y la promoción del estudio y desarrollo de la liturgia, la patrística, la exégesis bíblica, la catequética, el ecumenismo, el diálogo interreligioso y la renovación teológica.
Junto a esta visión del mundo, la evolución que ha experimentado en la Iglesia el sentido de la misión ha conducido a que, desde hace más de medio siglo, en la tarea misionera, además de tener un puesto fundamental la vocación misionera ad vitam, también estén muy presentes las misiones temporales de los Institutos de vida consagrada, de los diversos movimientos eclesiales, y del voluntariado (cf Ad gentes, 6; Redemptoris missio, 3.60.68).
Esto es también el signo de que en el kairós actual del universo, la Palabra de Dios sigue resonando permanentemente, con el dinamismo de “salida” que Dios quiere provocar en los creyentes. Hoy, en esta llamada de Jesús a “salir”, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora a la que todos somos llamados. En ésta, cada cristiano, desde su comunidad local, debe avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no deja las cosas como están, sino que sale de sí y, abandonando su comodidad, discierne lo que el Señor le pide y se transforma en “la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan” (Eg,24); yendo siempre más allá, a todos los contextos que necesitan la luz de la Buena Nueva. Hacia las periferias donde los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio.
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CONOCE ALGUNOS VIDEOS SOBRE LA IGLESIA Y LA VIDA CRISTIANA
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11.- Rasgos fundamentales de la vocación misionera ad gentes (Domingo, 13/11/16)
Conscientes de la realidad misionera de la Iglesia en la actualidad, y teniendo presentes las diversas formas de vocación misionera en nuestros días, vamos a centrarnos en los rasgos fundamentales de la vocación misionera específica, de la misión ad gentes, pues ésta tiene unos aspectos concretos que la definen y la diferencian respecto de la implicación de cada cristiano en la tarea evangelizadora.
Las connotaciones especiales de la vocación misionera ad gentes no son debidas a razones intrínsecas a la misión, sino que son debidas a las circunstancias en las que esta misión se lleva a cabo. Así, entre estos aspectos singulares, podemos destacar: el compromiso ad vitam; el anhelo por comunicar el plan de salvación de Dios a los no cristianos; y el deseo de edificar nuevas comunidades locales, introduciendo en ellas los signos permanentes de la evangelización: la Palabra de Dios, la caridad, el servicio y la oración (cf Ad gentes, 23; Redemptoris missio, 32-34).
Asimismo, este compromiso misionero de anunciar a Jesucristo a todos los pueblos, está dotado de unos dones y rasgos antropológico-espirituales por parte de Dios: la oración, el sentimiento de humildad y temor; el servicio desde la inculturación, el ecumenismo y el diálogo interreligioso; y la entrega y sacrificio. Son dones y rasgos que requieren ser tratados cada uno en profundidad.
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12.- Rasgos fundamentales de la vocación misionera de la comunidad local (Domingo, 20/11/16)
La Iglesia, afirmaba Benedicto XVI: “se realiza en primer lugar y, sobre todo, en cada Iglesia local (…); (éstas) son las células vivas, (y) en cada una de las cuales está presente todo el misterio de vida del único cuerpo de la Iglesia, de modo que cada una, con derecho, puede llamarse sencillamente “ecclesia”. La comunidad eclesial, por tanto, como nos decía el papa Benedicto XVI, posee un cuerpo histórico en y a través de las Iglesias locales, éstas son el objetivo central de la tarea evangelizadora.
Por eso, el cristiano –en una sociedad tecnológica, que ha multiplicado las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría-, si quiere vivir con dignidad y plenitud, no tiene otro camino más que buscar el bien y la alegría del otro a través de su comunidad local; comunicando el gozo que se experimenta al haber encontrado al Resucitado.
El discípulo de Jesús, en su comunidad local, debe hacer que nadie quede excluido, puesto que el gozo del Evangelio es para todo el pueblo. De esta forma, la comunidad evangelizadora se adentra con obras y gestos en la vida cotidiana de las personas, reduce distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, palpando la carne sufriente de Cristo en la sociedad. La Iglesia local acompaña, espera, sabe que la evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar los límites (cf Gaudete in Domino, 8; Evangelii gaudium, 9.23-4).
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13.- El rasgo de “salida” en la vocación misionera de la comunidad local (Domingo, 27/11/16)
Por esa necesidad de que la Iglesia, toda comunidad local, salga al encuentro de la carne sufriente de Cristo en la sociedad, expresa el papa Francisco: “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación (…). (Sueño con que) la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (Evangelii gaudium, 27).
Además, esta vocación misionera de la comunidad local se ve hoy vigorizada con la urgencia y necesidad de la nueva evangelización. Ésta presenta nuevos desafíos misioneros. El primero está referido a las personas bautizadas que no viven según sus exigencias bautismales ni mantienen una vinculación cordial con la Iglesia, y ante las cuales la comunidad debe mostrarse como madre; acercándose a ellos y tratando de que recuperen la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Reino. Y el segundo desafío, lo protagonizan aquellas personas que no conocen a Jesucristo o lo rechazan. Ante ellas, la comunidad local no puede quedarse en espera pasiva en el templo, sino que necesita pasar de una pastoral de mera observación y conservación, a una pastoral activa y presente en medio de esos ambientes de crítica, rechazo e incluso de desprecio.
Todas estas realidades son difíciles, inciertas y exigen una gran serenidad, entrega y sacrificio. Pero, en esta obra misionera, la comunidad local, no debe olvidar que cuenta con la presencia de la misionera por excelencia, María. Ella, como repetimos tantas veces en nuestros cantos, con su ternura y cariño nos acompaña en el caminar y mantiene firme nuestra esperanza.
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14.- Necesidad de pasar de una actitud conservadora a misionera (Domingo, 4/12/16)
El papa Francisco, en Evangelii Gaudium (nn. 7-80) trata sobre las Tentaciones de los agentes pastorales, y les pide se dejen desafiar por una auténtica espiritualidad misionera.
En primer lugar, el Papa se lamenta que hay agentes que, aunque oren, tienen muy acentuado:
- El individualismo: están preocupados sólo por su autonomía y por relajarse.
- La crisis de identidad: viven las tareas como algo añadido no como parte de su identidad.
- La caída del fervor: su vida espiritual alivia pero no enciende el compromiso misionero.
Son tres males que se alimentan entre sí
En segundo lugar, el Papa denuncia la cultura mediática y los intelectuales, que critican a la Iglesia y llevan al desencanto, originando:
- Complejo de inferioridad: relativizando u ocultando la identidad cristiana y convicciones.
- Un círculo vicioso: ni son felices, ni se sienten identificados con su misión y debilita la entrega.
- El ahogar la alegría misionera y el obsesionarse por ser como todos y tener lo que todos.
Así, la tarea evangelizadora se vuelve forzada y se le dedica poco esfuerzo y tiempo.
Por último afirma que se cae en un relativismo más peligroso aún que el doctrinal:
- Donde se relativizan las opciones profundas y sinceras que determinan una forma de vida.
- Llevando a un relativismo práctico: como si Dios, los pobres, los demás, no recibieran el anuncio…, como si no existieran.
- Un estilo de vida buscando la seguridad económica o espacios de poder y gloria, no la misión.
¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!
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15.- Necesidad de una Iglesia en conversión pastoral (Domingo, 11/12/16)
Una Iglesia mostrando la necesidad de una etapa evangelizadora, de renovación, pasando de una pastoral de mantenimiento a una pastoral misionera. Una Iglesia en salida, que no se queda en el Cenáculo, que no se mira a sí misma, que pone la centralidad en Cristo, una Iglesia empujada a salir. Una Iglesia en salida que recupera la frescura original del Evangelio, encontrando nuevos caminos, ofreciendo métodos creativos y no encerrando a Jesús en nuestros esquemas aburridos.
Para ello se hace necesaria una conversión pastoral y misionera que lleva consigo también una reforma de las estructuras eclesiales, donde el papa Francisco incluye el papado, como ya lo había indicado san Juan Pablo II al hablar del ecumenismo y el deseo de recuperar el sentido del primado del papa del primer milenio. En el mismo sentido, el papa Francisco señala en Evangelii gaudium el deseo de que las Conferencias Episcopales pudieran dar una contribución a fin de que el afecto colegial tuviera una aplicación concreta, con efecto.
Es necesaria una saludable descentralización, no hay que tener miedo a revisar costumbres de la Iglesia, no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia y que en algunos ámbitos mantiene el aspecto de una Iglesia burocratizada.
Hay que tomar conciencia de que estamos, como señala el papa Francisco, en una nueva etapa misionera, que exige salir de la auto-referencialidad eclesial y ser una Iglesia en camino, de la que tanto tenemos que aprender de los misioneros, de la misión ad gentes.
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16.- Necesidad de una Iglesia en salida misionera (Domingo, 18/12/16)
Una Iglesia que es consciente de las tentaciones, de esas tentaciones de los agentes pastorales que el Papa describe y que ya apunta en esa intervención ante los cardenales. Ese dejarse llevar por un gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia y al mismo tiempo superar una Iglesia de eventos, sin más, una pastoral de eventos que desgata las fuerzas y los recursos.
Es verdad que los eventos tienen una dinámica y pueden servir para generar significación y presencia, pero lo que no se puede estar es en permanente desgaste de eventos, sin luego volver a la cotidianidad de la referencia del Evangelio en la vida ordinaria, porque entonces estamos de feria de muestras o de exposiciones; es verdad que hay, siguiendo con el símil comercial, que mantener un stand en una propuesta plural de sentidos para hacer referencia de lo que hacemos y llegar a los demás, pero no podemos estar todo el día con el muestrario de exposiciones, tenemos que trabajar seriamente en el día de la acción evangelizadora.
Esto impulsará a su vez una necesaria revitalización de la misión ad gentes, ya que generará una vitalidad cristiana en nuestras comunidades, la propia de un catolicismo expansivo, de comunicación y salida, de propuesta salvadora a los hombrees de nuestro tiempo, entre los que están no solo los de la proximidad geográfica, sino también y hoy, más que nunca, de aquellos de los que cada día nos dan cuenta los medios de comunicación en el mundo globalizado que nos hace próximos y cotidianos a aquellos que antes sentíamos lejanos y esporádicos. La nueva evangelización de las viejas cristiandades y la misión ad gentes son inseparables y una condición de la vitalidad de la otra, ya que ambas les es común la “misionareidad” o celo evangelizador que las posibilita.
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17.- Necesidad de una Iglesia con catequesis kerigmática que evite tentaciones (Domingo, 25/12/16)
Necesitamos una pastoral catequética que exprese de manera positiva ante el mundo la originalidad del Primer Anuncio cristiano como una propuesta salvadora de Dios, de misericordia, de acogida y de perdón en su Hijo Jesucristo. No una Iglesia que mete miedo en el cuerpo al personal, no una Iglesia de condenas, sino una Iglesia de ofertas salvadoras.
Para ello ha de superar esas tentaciones que el Papa señala en Evangelii gaudium, describiéndolas con el calificativo de mundanidad espiritual. Los peligros están fundamentalmente en la ideologización del mensaje, en el funcionalismo y en el clericalismo.
En la ideologización del mensaje evangélico, al leerlo en una hermenéutica que está al margen del Evangelio; en una hermenéutica que puede ser de reduccionismo socializante, interpretación del cristianismo en clave sociológica, sea liberal o sea marxista; una ideologización sociológica habla el Papa, donde el encuentro con Cristo es una dinámica inmanentista de autoconocimiento, donde en el encuentro con Cristo no hay trascendencia ni espíritu misionero.
Una ideologización del mensaje es una propuesta agnóstica, una espiritualidad superior y desencarnada, de despacho, de laboratorio de pastoral que no sabe de trascendencia y por tanto de misionaridad, de celo apostólico, de celo evangelizador; una propuesta pelagiana en la que aparece fundamentalmente una forma de restauracionismo, esa tendencia exagerada a la seguridad doctrinal, a la disciplina, y busca recuperar el pasado perdido, no vale, estamos en otra época. Hay cuestiones accidentales que han sido valiosas, meritorias en un momento de la historia de la Iglesia; pero ya no lo son. Hay incluso iconografías que responden a una sensibilidad que ya no se tiene; entonces, son salidas en falso, fruto de una ideologización del mensaje con un contenido o con otro y que nos han hecho mucho daño.
En cuanto al peligro del funcionalismo, su acción en la Iglesia es paralizante, más que con la ruta se entusiasma con la hoja de ruta, va a la eficacia, no tolera el misterio, estructura a la Iglesia como una ONG o una empresa. Esto es burocratización de la Iglesia: todo son expedientes, procedimientos, formas, todo son papeles, pegas que nos desgastan y nos perdemos lo mejor: el sentido del misterio; así nos convertimos en funcionarios y convertimos la Iglesia en un organismo administrativo, en pura y fría institució
18.- La educación es un Derecho Fundamental de todo niño (Domingo, 1/1/17)
El estado mundial de la infancia plantea la situación de una comunidad mundial que no quiere aceptar las consecuencias del analfabetismo ni que se le niegue el derecho humano a una enseñanza de buena calidad. Teniendo la convención sobre los derechos del niño como marco conceptual orientador, se plantea una revolución en el sector de la enseñanza. Su objetivo: “Enseñanza para todos».
Esto comporta una visión amplia de la enseñanza, como derecho humano y factor de cambio social; como el elemento más importante en la lucha contra la pobreza, la realización del potencial de la mujer, la salvaguardia de los niños contra los abusos y peligros del mundo del trabajo y la explotación sexual, la promoción de los derechos humanos y la democracia; la protección del medio ambiente y el control del crecimiento demográfico. Y como un camino hacia la paz y la seguridad internacionales. La convención sobre los derechos del niño es clara: la educación es el fundamento de una vida libre y realizada. Es el derecho de todo niño y la obligación de todo gobierno.
Son muchos los organismos e instituciones que están trabajando en este campo para que el derecho a la educación sea una realidad en todos los niños. En su promoción de la educación escolar y preescolar, Infancia Misionera ofrece apoyo para gastos de alimentación y estudio; construye, dota y mantiene jardines infantiles, escuelas maternales (más de 15.000), primarias (unas 38.700) medias (cerca de 13.00); y adquiere el material pedagógico necesario. A pesar de todo lo que queda por hacer, la ONU quiere ser optimista y explica que durante los últimos 50 años los países en vías de desarrollo han conseguido avances en educación que los países del Norte tardaron más de 200 años en conseguir. Con un mayor esfuerzo y compromiso de los gobiernos se podría alcanzar el objetivo de la educación primaria universal.
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19.- La escolarización universal de la infancia es lamentable (Domingo, 8/1/17)
La convención sobre los derechos del niño expresa que la educación es el fundamento de una vida libre y realizada. Es un derecho de todo niño y la obligación de todo gobierno. “Toda persona tiene derecho a la educación” reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos, sin embargo, medio siglo después, el planeta no ha conseguido que la educación primaria sea universal.
Casi mil millones de personas, de los cuales dos terceras partes son mujeres, viven en pleno siglo XXI sin saber leer un libro ni firmar su nombre. Y seguirán viviendo en una indigencia y con unas condiciones de salud peores de las de los que saben leer. Son los analfabetos funcionales, cuyo número va en aumento.
Hay más de 130 millones de niños que no van a la escuela, 73 de los cuales son niñas, que están creciendo en un mundo en desarrollo sin acceso a una enseñanza básica. Otros millones de niños languidecen en escuelas deficientes en las que es poco lo que aprenden, y, lo que es peor, es muy probable que esta cifra no baje de la mitad, aunque el gasto militar mundial de cuatro días lograría en diez años garantizar la educación básica universal. Muchos países ni siquiera consideran en su legislación la obligatoriedad de la enseñanza básica, de tal manera que los estudios no son gratuitos. En estos casos, a los largos desplazamientos que deben realizar los niños para acudir a la escuela, se une la imposibilidad de hacerlo por no contar con recursos económicos suficientes.
Ante esta situación numerosos misioneros están llevando proyectos de construcción de residencias para que no tengan que hacer tantos kilómetros y así poder asistir a las clases todos los días sin tener que volver a sus casas. También los misioneros se han dado cuenta de la falta de alimentación de los niños que repercute en su desarrollo intelectual por lo que también trabajan en comedores escolares, jardines de infancia y, en las zonas más pobres, en la plantación de huertos en los propios colegios. Otras de las cosas que los misioneros hacen es hablar con las familias para hacerles ver la necesidad y la importancia que tiene que sus hijos reciban una formación en la escuela.
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20.- La igualdad en el acceso a la educación es meta lejana (Domingo, 15/1/17)
La igualdad entre los sexos en el acceso a la educación es una meta muy lejana en los países en desarrollo. Las zonas más afectadas por esta disparidad son África Subsahariana, India y Pakistán, llevándose los peores resultados Chad, Yemen, Guinea Bissau, Níger y Etiopía. Estos países tienen una profunda brecha en la escolarización, ya que por cada diez niños escolarizados, apenas hay 5 niñas. Dentro del grupo conformado por los países en desarrollo la proporción de niñas respecto al número de varones escolarizados alcanza, en el mejor de los casos, un 75% solamente. India, en primaria, se encuentra solo un poco mejor situada dentro de este grupo.
La falta de educación de las niñas conlleva la marginación aún mayor de las mujeres: las incapacita para poder mejorar su situación y para tomar decisiones importantes sobre su vida, por ejemplo, cuántos hijos tener y cuándo. También les impide crecer profesionalmente e intelectualmente y, sobre todo, les niega un derecho fundamental para todo ser humano.
Los misioneros saben que la educación es la puerta del desarrollo. Por esta razón, sus esfuerzos van dirigidos sobre todo a favorecer la educación y la formación de las personas; construyendo escuelas, formando profesores y maestros, construyendo centros de capacitación profesional… Son muchos los organismos e instituciones que están trabajando en este campo para que el derecho a la educación sea una realidad en todos los niños sin distinción de sexo. En la promoción de la educación escolar y preescolar, la Infancia Misionera ofrece apoyo para una educación integral sin distinciones de ninguna clase.
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21.- Día de la Infancia Misionera “Sígueme” (Domingo, 22/1/17)
Seguimos con el ciclo sobre la iniciación cristiana de los niños. Primero fue conocer la persona y el mensaje de Jesús, a lo que le siguió la dimensión celebrativa de nuestra fe; este año lo dedicamos al seguimiento de Jesús: “Sígueme”. Vamos a estudiar lo que se aprende en la escuela de Jesús, los valores que mueven su vida, su manera de ser y de actuar. Y todo, desde una perspectiva misionera, con el horizonte de los más lejanos, los más pobres, los más…
El primer valor de la escala de valores de Cristo es obedecer confiadamente a su Padre, cumplir su voluntad salvífica (cf Lc 2,49). Todo lo condiciona a Él, es la pauta de su vida; vive su existencia en continua referencia, confiada y sumisa, a Dios su Padre, viviendo con Él una comunión total y absoluta de vida y de misión. Terminará su existencia pudiendo decir: “Todo está cumplido” (Jn 19,30).
El segundo valor es expresar fielmente, con sus palabras, gestos y con toda su persona, el rostro misericordioso de Dios, su Padre. Tiene entrañas de misericordia, late con su corazón; expresa su “debilidad”, su “necesidad”, su “sed”, su búsqueda. Tiene todo el perfil de su Padre: humilde, tierno, paciente, sufrido, utópico, misericordioso, limpio, reconciliador, mártir (Mt 5,3ss.48). Su referencia definitoria es la mansedumbre y la humildad de corazón (cf Mt 11,29). Verbo de Dios que todo lo comprende, disculpa, justifica, excusa, perdona… (1Co 13,7).
El tercer valor constituyente de su existencia es proclamar, iniciar y universalizar el Reino de Dios, su Designio salvífico. Pues él ha sido enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18), llamando bienaventurados a las víctimas del rechazo y desprecio (Lc 6,20), haciéndoles vivir una experiencia de liberación, estando con ellos y yendo a comer con ellos (Lc 5,30; 15,2), tratándoles como iguales y amigos (Lc 7,34), haciéndoles sentirse amados por Dios y manifestando su ternura hacia los necesitados y los pobres (Lc 15).
¡Sígueme! Es la llamada de Jesús a la Infancia Misionera, auténtica escuela evangélica que forja a los niños haciéndoles descubrir cómo el sentido de su vida es cumplir la voluntad del Padre, enseñándoles a amar como Jesús, y embarcándolos en la misión de construir, desde ya, el Proyecto amoroso del Padre.
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22.- Necesidad de una Iglesia no clericalizada (Domingo, 29/1/17)
Otra tentación es la del clericalismo. El cura secularizado y el laico clericalizado. Esto es una falta de adultez cristiana, de madurez cristiana y de libertad.
Esto en España es especialmente grave, sobre todo en el ámbito público, porque somos herederos de una historia donde el espacio público, por una concepción confesional del Estado, ha estado preservado y otorgado en monopolio al carácter confesional católico, que eximía al laico-cristiano del ejercicio de su presencia pública, coherente con la fe que profesaba, y no lo ha hecho más que en un ámbito cultual, devocional y asociativo, como lo demuestran la cantidad de asociaciones piadosas que hay en España.
Ha habido una especie de desamortización del laicado en nuestro país y eso ha creado unos anticuerpos para el compromiso social y público; entonces lo único que pide el cuerpo a muchos laicos es una participación en el poder jerárquico o la proximidad al altar, y por parte de los curas hemos podido ver una salida de ayuda adonde no llegamos con nuestras propias fuerzas.
Hemos de reivindicar la presencia pública de laicos cristianos, aunque no debe extrañarnos que las fuerzas políticas y las de opinión pública tampoco quieran esa presencia activa porque la han identificado con un régimen político concreto confesional, carente de libertades. Entonces, todo lo que suene a presencia pública de la Iglesia lleva ese matiz político de prejuicio; esto no se da en otros países donde hay una pluralidad eclesial instaurada y un sentido también de minoría que les hacen ser muy activos apostólicamente en la vida pública. Por nuestra parte, sin imponer nada y de manera propositiva, tenemos que llegar a esta Iglesia en salida por medio de nuestra tarea evangelizadora; una Iglesia que es totalidad de Pueblo de Dios, recuperando el espíritu y la letra del Vaticano II.
El papa Francisco nos recuerda que sólo podemos vivir como creyentes y a la vez evangelizadores si lo hacemos de forma comunitaria, como pueblo. Jesús “nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esa pertenencia” (Eg, 268).
Esta manera de encarnar como pueblo la fe que se hace cultura –forma de entender la vida- se expresa sobre todo en la religiosidad popular. Así, “cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios, según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo” (Eg, 122).
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23.- Necesidad de una Iglesia que primerea la misericordia de Dios (Domingo, 5/2/17)
La Iglesia es un pueblo que lleva a la coparticipación y la corresponsabilidad en las comunidades cristianas y en la acción evangelizadora; invita a las diócesis a posibilitar la inserción y la conjunción entre los diversos carismas como el de la vida religiosa, de los movimientos, de las asociaciones, con el sentido jerárquico y su primacía como conductor y coordinador y con Cristo como Cabeza a través del ministerio ordenado, en ese afán evangelizador.
Todo ello, en una Iglesia en salida que primerea la misericordia de Dios, que se involucra en el Pueblo de Dios e, incluso, la labor del pastor la entiende el papa Francisco antes, en medio y después del pueblo, ese acompañar y no estar exento, aislado; él lo ve como síntoma en la homilía, donde se ve la conexión y la sensibilidad del pastor con las realidades concretas reales e históricas.
Ese Pueblo de Dios que camina en la historia y que tiene una variada y pluriforme realidad necesita de una inculturación para expresarse y es aquí donde entra la religiosidad popular. La religiosidad popular tiene, por tanto, un elemento de pueblo santo de Dios y otro elemento de religación y sentido de la fe como referencia en una sociedad secularizada como la nuestra, que si se hubiera perdido tendríamos que recuperar.
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24.- Necesidad de una Iglesia comprometida en el servicio de la caridad (Domingo, 12/2/17)
Otra realidad importante en la acción evangelizadora de la Iglesia, de una Iglesia en salida, es lo de la inclusión social de los pobres, la dimensión social de la fe. Ya en el Sínodo se habló de cómo la opción preferencial por los pobres no era un añadido a la concepción cristiana de la vida y a la dimensión de la fe. La opción por los pobres no es un apéndice sociológico de oportunidad política. Este deseo de una Iglesia pobre y para los pobres, de una Iglesia samaritana, manifestado por el papa Francisco, es un elemento irrenunciable que compromete la credibilidad en la acción evangelizadora (cf Eg, 186-216). Los excluidos no son solo los explotados, sino los de desecho, los descartados, los sobrantes en esta sociedad. A la vez que la Iglesia empieza por poner en el centro a los pobres presenta una denuncia a una sociedad donde la exclusión se ha convertido en categoría, es la cultura del descarte, es la globalización de la indiferencia; es poner en primer plano una Iglesia para los pobres y una Iglesia pobre, incluso en los propios signos y en la propia actividad del Papa, en su mismo comportamiento. Es una llamada de atención a la centralidad de Dios, a la esencialidad del Evangelio. En definitiva, es ahí donde la Iglesia se hace cercana, se hace propuesta y ofrece la integración de los principios innegociables en la jerarquía de verdades del Evangelio.
Es el momento de intentar recuperar lo esencial, y de no caer nosotros en las tentaciones que describe el Papa y que también están encarnadas, muchas veces, en momentos de nuestra historia o en momentos de nuestra geografía diocesana o nacional.
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25.- Necesidad de una Iglesia preocupada por y ocupada en los pobres (Domingo, 19/2/17)
La inclusión de los pobres, entonces, es hablar también de la defensa de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, hablar de la defensa de los desvalidos, en una defensa integral y con una propuesta integral del Evangelio. Esto es lo que defendemos cuando reivindicamos las mejores condiciones para las madres, pedimos la justicia verdadera, reivindicamos el reparto justo, de los que están por venir y de los que malviven, de los que no se les deja vivir y de aquellos que no se les deja llegar a la mesa. Cuidar a los más débiles es a lo que llama el Papa cuando habla de la paz y del diálogo social.
Vivimos en un mundo donde la confesión religiosa se ha convertido en un hecho sospechoso para la modernidad y tiene como paradigma el atentado del 11-S a las Torres Gemelas, donde los fundamentalismos, donde la exaltación absolutamente corrompida del hecho religioso genera violencia, genera una fractura social e impide la convivencia pacífica en libertad. Entonces esta acusación la toman los que quieren excluir el hecho religioso de la vida pública y convertir la religión en un “sin papeles” de la sociedad contemporánea. Es verdad que hay que cumplir unos requisitos que son los contenidos del discurso del papa Benedicto XVI en Ratisbona, de racionalidad, de respeto a la dignidad humana, etc., para la presencia pública del hecho religioso y su contribución a la construcción social de la paz y que lo atisba el papa san Juan Pablo II cuando hace la convocatoria de Asís para mostrar el hecho religioso como un hecho constructor de la paz, y no un hecho en enfrentamientos de banderas o de banderías humanas bajo la capa del amparo de Dios. Entonces el Papa invita a la Iglesia (cf Eg, 217-258) a ser un elemento de la construcción social, de paz, de diálogo y pone incluso esto que está muy vivo en su sabiduría: el tiempo es superior al espacio, el trabajar a largo plazo sin obstinarse por resultados inmediatos, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea; esto significa evitar que la política y la fe se reduzcan a la retórica.
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26.- Necesidad de una Iglesia en comunión y corresponsabilidad (Domingo, 26/2/17)
El todo es siempre superior, y la parte significa aunar globalización y localización. El ecumenismo, el diálogo, el aprender la sinodalidad en la propia Iglesia es lo que dijo el Papa con la visita del patriarca ecuménico Bartolomé I a Roma en la festividad de San Pedro de 2013: “Tenemos que aprender de ustedes sinodalidad”. Tenemos que aprender a dialogar, a caminar juntos; eso es el Sínodo. ¿Por qué este empeño del Papa en el Sínodo? ¿Por qué ha renovado esta institución, que se ha visto afectada por las consecuencias del paso de los años y cuyos procedimientos apenas se habían puesto en práctica?. El Papa quiere, en definitiva, potenciar la sinodalidad en la Iglesia.
Acaba de sacar la Comisión Teológica Internacional un pequeño pero importante estudio titulado Dios Trinidad, unidad de los hombres. El monoteísmo cristiano contra la violencia (BAC, Madrid 2014), que trata sobre el monoteísmo y su aportación a la construcción de la paz, que en la revelación cristiana del Dios Uno y Trino es una propuesta de paz, de unión, de comunidad, de comunión, no de divisiones ni de guerra. Toda una propuesta para el diálogo frente al laicismo occidental y el fundamentalismo que viene de oriente, que desfiguran el verdadero hecho religioso y con ello la convivencia pacífica.
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27.- Día de Hispanoamérica: “Vayan sin miedo para servir” (Domingo, 5/3/17)
El lema se inspira en la exhortación que el papa Francisco les hacía a los jóvenes el 28 de julio de 2013 en la clausura de la Jornada Mundial de la Juventud invitándolos al compromiso misionero:
Dos imágenes del cartel de la campaña atraen nuestra mirada: el papa Francisco con la mano extendida y con la mirada que penetra el corazón, y cinco rostros con los colores de la bandera de sus respectivos países americanos. A estos jóvenes es a quienes les exhorta al compromiso misionero, con estas palabras:
- Vayan: Es el mandato misionero de Jesús que nace de la fuerza del amor y se dirige a todos. Mandato que ha resonado en el corazón de tantos misioneros españoles que partieron a América para anunciar el Evangelio.
- Sin miedo: La evocación de las limitaciones personales puede ser una coartada para enmascarar un egoísmo paralizante. “Yo estoy contigo”, asegura Dios a quienes envía a la misión. Jesús se hace presente en los misioneros que parten para la misión en compañía de toda la Iglesia.
- Para servir: La vida del misionero es una vida entregada para los demás. Una vida de servicio. En este servicio evangelizador han entregado su vida los más de 2.300 sacerdotes diocesanos. La puerta de salida sigue abierta para ir a las periferias existenciales de este continente.
Los objetivos de esta campaña están claros: dar gracias a Dios por el envío de tantos misioneros españoles que están gastando su vida en América Latina donde ya viven el 50% de los católicos del mundo, tomar conciencia de que el mandato misionero es para todos sin excepción y que el don de la fe sólo se fortalece cuando se transmite a quienes aún no conocen el Evangelio, recordar a los misioneros españoles que permanecen en la misión y colaborar con ellos a través de la oración y de la ayuda económica, y acoger con gratitud en nuestras comunidades eclesiales a quienes llegan procedentes de otros países, ya sean laicos, familias, religiosos y religiosas, o sacerdotes.
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28.- Necesidad de una Iglesia al servicio de la transmisión de la fe (Domingo, 12/3/17)
El Papa ha dado tres encargos pastorales a la Iglesia en España, en su discurso a nuestros obispos con motivo de la pasada visita ad limina: familia, juventud y vocaciones.
En cuanto a la pastoral familiar hemos tenido dos Sínodos con sus respectivas encuestas para activar un conocimiento real de lo que está ocurriendo en la pastoral familiar, y eso ha sido el gran aporte y la gran riqueza de las diócesis en este proceso de exploración. Ha servido a la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida para ver el plano alzado de cómo está la situación y cuál es la problemática en las diócesis españolas sobre la familia.
Aquí entra, dentro de la Pastoral Familiar, otra dimensión, la transmisión de la fe, que es la apuesta por la catequesis al servicio de la iniciación cristiana y por la enseñanza religiosa escolar. Es cierto que la transmisión de la fe es un tema difícil en todas partes y en nuestro país hay mucha gente de Iglesia que necesita activar más su compromiso evangelizador.
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29.- Necesidad de una Iglesia de evangelizadores con espíritu (Domingo, 19/3/17)
El último capítulo de la Evangelii gaudium está dedicado a los evangelizadores con espíritu (nn. 262-288), es decir, a aquellos que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo, que es quien infunde fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia y desde una profunda espiritualidad de experiencia de Dios, de oración y vida interior, en voz alta y en todo tiempo y lugar e incluso contra corriente. El entonces cardenal Jorge Bergoglio, que tuvo a su cargo la dirección de los trabajos de elaboración del documento final de la Conferencia de Aparecida, insiste en la inseparabilidad de la doble condición de los cristianos como discípulos y misioneros. No se puede ser lo uno sin lo otro.
Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que palpemos la carne sufriente de Cristo en los demás, en los más débiles y pobres, y en esta relación con el mundo se nos invita a dar razón de nuestra esperanza, pero no como enemigos que señalan y condenan. Entonces, es necesario ese contacto y esa vivencia del misterio, de la experiencia de Dios y el servicio de la caridad, para ser coherentes en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Evangelizadores con espíritu, que oran y trabajan en la dulce y confortadora alegría de evangelizar.
El papa Francisco nos propone que hagamos realidad este deseo suyo: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral solo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (Eg, 27)
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30.- Las vocaciones misioneras ad tempus (Domingo, 26/3/17)
Aunque el carisma de la vocación misionera específica ad vitam, tendrá siempre una importancia especial para la Iglesia, éste no queda debilitado por la amplia gama de modalidades de compromiso misionero ad tempus que han supuesto los frutos del Concilio Vaticano II, y la urgencia de múltiples necesidades que nos ha presentado el nuevo milenio.
De hecho, desde hace unos años está surgiendo una primavera en la Iglesia. En ella, la moción del Espíritu a evangelizar resuena con mayor fuerza en los laicos y en su responsabilidad eclesial, para llevar a cabo –durante períodos de unos años-, la tarea evangelizadora, en las naciones donde la Buena Nueva es menos conocida. Despertar de vocaciones laicales misioneras que, a su vez, deben tener presente que no se puede ir a la misión, para tener una experiencia de vida más enriquecedora o para ser más altruistas, sino para servir a los otros como expresión de su fe en Jesús y de la respuesta a su llamada. De ahí que, esta misión de los seglares, deba fundamentarse en el “sentir con la Iglesia” desde la vinculación con sus comunidades locales.
De igual modo, y como consecuencia de esta responsabilidad en la evangelización, el laico debe ser una persona de espiritualidad profunda, de testimonio de vida, de cualidades de escucha, acogida, trabajo en equipo, comprensión, respeto, responsabilidad ante su trabajo, austeridad, sencillez, y de una formación teológica y misionológica adecuada.
Además, el laico que “sale” debe estar siempre en íntima colaboración con los cristianos del lugar adonde va a evangelizar, para que el Evangelio pueda hacerse más presente en las conciencias, en la vida y en el trabajo del pueblo (cf Ad gentes, 21.23; etc.). Y, de la misma forma que debe tener presente la colaboración con la comunidad a la que es enviado, cuando regresa también debe sentirse acompañado y apoyado por la Iglesia local que lo envió y colaborar con ella en la animación misionera.
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31.- Implicación misionera del voluntariado (Domingo, 2/4/17)
La comunidad cristiana debe alegrarse con los voluntarios misioneros que, como dice el papa Francisco en Evangelii gaudium: “participan en la vida de la Iglesia, integran grupos de servicio y diversas iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean ‘callejeros de la fe’, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!” (n. 106) (…). Hemos de tener la seguridad, continúa diciendo el Papa, “de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida” (n.279).
A su vez, acompañando a estas realidades de voluntariado misionero, surgen también nuevas llamadas, conocidas como Voluntariado Internacional no confesional, y en las que participan personas sensibles a las necesidades de Tercer mundo. Éstas, desde su preparación profesional y con una actitud solidaria, quieren colaborar en la promoción del ser humano.
Ahora bien, sin quitar importancia a estas formas filantrópicas, es preciso destacar que la vocación misionera va mucho más allá de un simple voluntariado solidario. La esencia de la misión es la proclamación del Reino de Dios. Es el anuncio de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho Hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres (cf Evangelii nuntiandi, 27; Redemptoris missio, 44.72). Aunque, ciertamente, esta evangelización no sería completa si no fuese acompañada de la promoción del hombre, de la lucha por la paz y la justicia, y del compromiso de liberación frente a todo tipo de marginación. Porque, como decía también san Juan Pablo II en 1982 en Javier: “no hay servicio al hombre que pueda equipararse al servicio misionero. Ser misionero es ayudar al hombre a ser artífica de su propia promoción y salvación”.
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32.- La vocación misionera es un don presente en cada cristiano (Domingo, 9/4/17)
Hay que resaltar siempre y una vez más que la vocación misionera, primero por su raíz antropológica, porque hemos sido creados para ello, y por tener su raíz en el bautismo, no es solo propia de la vocación ad vitam o vocación específica misionera, sino que es un don que está presente en cada cristiano y que este don se puede vivir ad tempus. De hecho, así lo constatamos en la realidad actual. En ella, el ámbito de la misión se ha ensanchado tanto que, sus confines se armonizan con los del mundo moderno y con los de las naciones que desde hace siglos habían acogido la Buena Nueva de Jesucristo (Ecclesia in Europa, 47).
Todo ello, por consiguiente, invita a realizar, una y otra vez, un diálogo entre vocación misionera específica ad gentes, y la vocación cristiana de la Comunidad local. Diálogo en el que, por otra parte, ambas modalidades no son dos servicios eclesiales separados, pues la vocación misionera específica siempre está intrínsecamente referida a la Iglesia local, y ésta, por su parte, solo podrá encarnar la dimensión misionera de la Iglesia –que brota de las misiones del Hijo y del Espíritu Santo-, si considera como propias a las vocaciones misioneras específicas que surgen en su seno.
Habría que recoger las palabras del papa Francisco, quien dirigiéndose a María dice en Evangeliii gaudium: “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (cf Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés” (n. 284). Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender quién es y cómo debe ser un misionero.
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33.- Hace falta reavivar en nosotros el impulso misionero de los orígenes (Domingo, 16/4/17)
San Juan Pablo II nos decía en Novo millenio ineunte que “hace falta reavivar en nosotros el impulso misionero de los orígenes dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de san Pablo, que exclamaba: ‘¡ay de mí si no predicara el Evangelio!’ (1Co 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera” (n.40). Y también: “El mandato misionero nos introduce en el tercer milenio invitándonos a tener el mismo entusiasmo de los cristianos de los primeros tiempos” (n.58).
Y es que nunca como en estos tiempos se ha enfatizado tanto la urgencia de la evangelización en la mentalidad cotidiana de la comunidad cristiana. El magisterio universal y el de las Iglesia particulares en los últimos 30 años ha desarrollado una profunda reflexión plasmada en sus documentos. Y, sin embargo, las cuentas no dan resultados en términos de personas que dedican su vida a la obra de las misiones, es decir, de vocaciones específicas para la evangelización en otros países, culturas y religiones. El hecho es serio; es señal de una separación entre los enunciados y la praxis. Esto proyecta una sombra sobre la credibilidad de nuestras celebraciones, de nuestra reflexión teológica, y de la misma vida de las comunidades cristianas. Aquellos que han contemplado el rostro de Cristo, sienten la urgencia incontenible de anunciarlo. Porque, “¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?” (Rm 10,13-14).
La necesidad de ponernos en una dimensión evangelizadora es apremiante, es urgente, es acuciante. No se pueden gastar más palabras más allá de los llamamientos lanzados con insistencia por el Magisterio de la Iglesia. Debemos ser conscientes de que el mundo de hoy y la humanidad han cambiado, y que la Iglesia está llamada a tareas aún más difíciles e inspiradoras.
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34.- Las Obras Misionales existen para la evangelización universal (Domingo, 23/4/17)
Las Obras Misionales Pontificias están al servicio de la Iglesia para llevar a cabo el mandato misionero de evangelizar a las gentes hasta los confines de la Tierra, pues la humanidad tiene auténtica necesidad del Evangelio, que es fuente de alegría, esperanza y paz. La misión evangelizadora tiene prioridad, porque la actividad misionera sigue siendo todavía hoy el mayor desafío para la Iglesia. Y “¡cómo quisiera encontrar –nos dice el papa Francisco- las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, ge-nerosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!” (Evangelii gaudium, 261).
El anuncio del Evangelio es la primera y constante preocupación de la Iglesia, es su tarea esencial, su mayor reto, y la fuente de su renovación. El Beato Pablo VI añadía: “y su vocación”. De hecho, de la misión evangelizadora, de su intensidad y eficacia deriva también la verdadera renovación de la Iglesia, de sus es-tructuras y de su actividad pastoral. Sin la inquietud y el ansia de evangelización no es posible desarrollar una pastoral creíble y eficaz que una anuncio y promoción humana. “La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” (Evangelii Gaudium, 15).
A las Obras Misionales Pontificias, por vocación y por ministerio, le corresponde una tarea difícil y privi-legiada: su mirada y su interés se extienden a los amplios y universales horizontes de la humanidad, a sus fronteras geográficas y, sobre todo, humanas. Con aprecio y cariño acompañan la vida de las Iglesias jóve-nes esparcidas por el mundo, y animan al Pueblo de Dios para que viva plenamente la misión universal. Conocemos las maravillas que el Espíritu Santo, a través de estas Iglesias, a menudo pobres en recursos, está operando en la humanidad, incluso a través de las dificultades y de las persecuciones que sufren por su fidelidad y su testimonio de la Palabra de Dios y en defensa del hombre. En estas periferias humanas la Iglesia está llamada a salir por las calles y llegar a nuestros hermanos y hermanas que viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los acoja, sin un horizonte de sentido y de vida (cf. Evangelii Gaudium, 49).
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35.- La Obras Misionales comprometidas con la evangelización (Domingo, 30/4/17)
Las Obras Misionales Pontificias son protagonistas de una renovada evangelización, dirigida a todos y, en especial a los pobres, a los últimos, a los marginados (cf. Evangelii Gaudium, 198).
Las Obras Misionales Pontificias, por el carisma que las caracteriza, están atentas y son sensibles a las necesidades de los territorios de misión y, en particular, a los grupos humanos más pobres. Son instrumen-tos de comunión entre las Iglesias, favoreciendo y poniendo en práctica el intercambio de personas y recur-sos económicos. Están comprometidas en el apoyo a los seminaristas, presbíteros y religiosos de las jóve-nes Iglesias de los territorios de misión en los Colegios Pontificios. Frente a esta tarea tan hermosa e impor-tante que tenemos ante nosotros, la fe y el amor de Cristo tienen la capacidad de empujarnos a todas partes para anunciar el Evangelio del amor, de la fraternidad y de la justicia. Y esto se hace con la oración, con la valentía evangélica y con el testimonio de las bienaventuranzas. Por favor, estad atentos para no caer en la tentación de convertiros en una ONG, una oficina de distribución de subsidios ordinarios y extraordinarios. El dinero ayuda – ¡lo sabemos! – pero puede convertirse también en la ruina de la Misión. El funcionalismo, cuando se pone en el centro u ocupa un espacio grande, casi como si fuera la cosa más importante, os lle-vará a la ruina; porque el primer modo de morir es dar por supuestas las “fuentes”, es decir, Quién mueve la Misión. Por favor, con tantos planes y programas, no dejéis a Jesucristo fuera de la Obra Misionera, que es su obra. Una Iglesia que se reduzca al eficientismo de los aparatos de partido está ya muerta, aunque las estructuras y los programas en beneficio de clérigos y laicos “auto-ocupados” llegaran a durar incluso siglos.
No es posible una verdadera evangelización a no ser en la energía santificante del Espíritu Santo, el úni-co capaz de renovar, sacudir, dar impulso a la Iglesia en una salida audaz fuera de sí para evangelizar a to-dos los pueblos (cfr. Evangelii Gaudium, 261).
La Virgen María, estrella de la Evangelización, nos obtenga siempre la pasión por el Reino de Dios, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la Tierra y ninguna periferia se vea privada de su luz”.
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36.- Vocaciones Nativas: Empujados por el Espíritu: «Aquí estoy, envíame» (Domingo, 7/5/17)
El cuarto domingo de Pascua, 7 de mayo próximo, es el día dedicado a la Jornada Mundial de Ora-ción por las Vocaciones. Desde hace 54 años, en este domingo “del Buen Pastor” la Iglesia pide con con-fianza al Dueño de la mies que envíe nuevos obreros para anunciar el Evangelio y ser instrumentos de sal-vación, y le da gracias por las vocaciones que suscita entre los jóvenes. En España, a esta convocatoria se suma la Jornada de Vocaciones Nativas, de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que añade a aquella petición el compromiso por las vocaciones en los países de misión.
Bajo el lema “Empujados por el Espíritu: «Aquí estoy, envíame»”, el papa Francisco nos recuerda en su Mensaje que “el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser en-viado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor”.
El lema propuesto abarca dos dimensiones:
* “Empujados por el Espíritu…”. Es el Espíritu el que mueve los corazones para ir a evangelizar. La dimensión misionera nace de la entraña de la fe. Es Dios mismo quien llama y envía. La vocación no es algo añadido: es fruto del amor de Dios que llama.
* “Aquí estoy, envíame”. La llamada a una vida de especial consagración o al sacerdocio implica una respuesta de docilidad y confianza. Es el compromiso para dejar a un lado la tranquilidad de una exis-tencia más o menos acomodada, y salir al encuentro del otro para llevarle a Dios.
Es importante respetar el trabajo que el Espíritu Santo está haciendo en la Iglesia. Hay zonas en ella donde actualmente casi no hay vocaciones. Sin embargo, vemos otras zonzas donde el Espíritu las está dando en abundancia, y este es un trabajo que no podemos despreciar. Hay que formar las vocaciones, y formarlas bien, allí donde están. Si actualmente las vocaciones están en India o en África, eso quiere decir que es el Espíritu Santo el que está dando este don, y como tal hay que acogerlo y apoyarlo. Por eso, hay que responder positivamente y con alegría a lo que el Espíritu está haciendo hoy. Esta Jornada es una oportunidad para contribuir al trabajo que el Espíritu Santo está haciendo en la Iglesia.
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37.- ¿Se necesitan misioneros? (Domingo, 14/5/17)
¿Es necesario hoy evangelizar? No es una pregunta retórica ni está planteada con la intención de ha-cer emerger la vasta problemática de la legitimidad y, por tanto, del deber de la Iglesia de predicar el Evan-gelio a todas las gentes, incluso en presencia de otros mensajes salvíficos, con los que, por lo demás, la Iglesia se pone en diálogo sincero, respetando la libertad de conciencia y de religión. Al respecto, incluso allí donde se ha declarado el valor de las religiones no cristianas, con fuerza y claridad se ha reafirmado la ne-cesidad de evangelización. El beato Pablo VI afirmaba en Evangelii nuntiandi: “ante todo, queremos poner ahora de relieve que ni el respeto ni la estima hacia estas religiones, ni la complejidad de las cuestiones planteadas implican para la Iglesia una invitación a silenciar ante los no cristianos el anuncio de Jesucristo. Al contrario, la Iglesia piensa que estas multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo (cf Ef 3,8), dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar, con insospechada plenitud, to-do lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la ver-dad” (n. 53).
Los discípulos de Cristo y los futuros presbíteros, los laicos misioneros ad vitam, han sido llamados constantemente a tomarse en serio los desafíos de hoy que la evangelización debe afrontar. Es todo el mundo no redimido el que empuja a la Iglesia y a sus discípulos a lanzarse a aquella aventura del Espíritu que es capaz de renovar y vivificar. El ámbito de la evangelización se ha ampliado, y se han señalado sus nuevos areópagos: los no cristianos, las nuevas pobrezas que derivan de las injusticias estructurales, de la opresión, de la marginación, de la discriminación, de las grandes migraciones de masas; los medios de co-municación social, la cultura y las culturas. A toda la Iglesia se le plantea la obligación de leer los signos del mundo no redimido en su ambiente, para que ponga en él el germen de la esperanza y de la liberación.
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38.- Misioneros: ¿dónde? (Domingo, 21/5/17)
El seguimiento de Cristo debe poner a los misioneros en la plena disponibilidad de seguir sus pasos, donde él quiera, sin ninguna garantía o proyecto. “Tú, ven y sígueme”. Hoy, antes de hacer una elección de vida, queremos garantías para nuestro futuro: estamos habituados a planificar, a programar. Se vuelve difí-cil, en nuestro ambiente socio-cultural, aceptar a ojos cerrados, por pura fe e idealismo, una causa por la que gastar nuestra vida. Sin embargo, el Evangelio no admite cálculos. Lo único que nos empuja en el ca-
mino de la misión es el amor, que no hace cálculos de ningún género. Pero, ¿conviene hoy gastar la vida para predicar y llevar un mensaje salvífico cuando existen tantos otros, que sirven al mismo propósito? Fi-nalmente, ¿es necesario partir e irse a países desconocidos, con culturas y modelos de vida diferentes, en-tre peligros y privaciones, y sentirse en ocasiones mirados con sospecha e incluso rechazados, como ele-mentos de desintegración cultural y religiosa? ¿No es más sabio y cristiano insistir en la evangelización en la propia patria y en reforzar nuestras mismas comunidades cristianas?
No obstante todas las dificultades y objeciones en contra, la cultura del Evangelio sigue siendo siempre liberadora. Es la cultura del amor, capaz de crear una visión antropológica auténtica, según el designio de Dios, y por tanto, de restaurar la plena dignidad del hombre, sobre la que modelar nuevos estilos de vida y de relaciones sociales y personales. El Evangelio está llamado a purificar y a dar plenitud y cumplimiento a los mensajes religiosos de las demás confesiones. Hoy los agentes de la evangelización están atentos en todas partes al diálogo interreligioso, no pocas veces pagando con la vida esta misión suya de ponerse en comunión y en búsqueda con los fieles de otras religiones. Ante fundamentalismos religiosos llenos de vio-lencia, dan testimonio y tienen confianza en la tolerancia y en el diálogo mismo que Dios ha entablado con la humanidad de todas las épocas y de todos los lugares. Dan testimonio de la paternidad universal de Dios, que es comunión, amor, misericordia, y de la unidad de la familia humana. El diálogo para ellos es el predi-cado y practicado por Cristo, especialmente sobre la cruz, cuando se ha revelado la debilidad de Dios, que casi se rinde a la arrogancia humana, no teniendo otra cosa que ofrecer como signo de amor que un cuerpo crucificado. Es ahí donde la Palabra se ha vuelto silencio de Dios, elocuente solamente a través del cuerpo de su Hijo en la cruz.
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39.- Misioneros: ¿para hacer qué? (Domingo, 28/5/17)
Los operarios del Evangelio en el mundo bajan hasta las raíces de la humanidad más abyecta y des-preciada y oprimida. Se hacen últimos con los últimos, con los desheredados, los enfermos terminales, los sin tierra, los encarcelados, aquellos a los que les ha sido quitada o borrada la dignidad humana. Se hacen prójimo de los últimos de la tierra. E instauran allí en la práctica un inicio de humanidad nueva, donde la fra-ternidad y la solidaridad se convierten en poco tiempo en estilos de vida alternativos.
Los misioneros son hoy como puentes que relacionan pueblos diversos, haciendo de mediadores de las culturas, las necesidades, las aspiraciones, haciéndose portavoces de las injusticias que ellos mismos han experimentado en su propia piel, porque las han compartido. Son la voz profética de esta Iglesia en el mundo. Son voz y testigos creíbles, en cuanto que no tienen intereses económicos y políticos, sino que solo les empuja el amor por los hermanos de la humanidad sufriente.
Los misioneros son aquellos que todavía creen en la utopía evangélica de un mundo que va hacia la redención total, hacia la reconciliación, la justicia y la paz. No obstante la fragilidad y la debilidad de la Igle-sia, creen que deben llevar esta buena nueva porque la han experimentado.
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40.- Misioneros: ¿por quién? (Domingo, 4/6/17)
¿Por qué el anuncio del Evangelio? Dice Redemptoris missio: “Respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación. En él, solo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravío, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte” (n.11). Estos son los amplios horizontes y las motivaciones del envío.
Sabemos, sin embargo, que el envío es una cuestión de fe, porque “el misionero nace de la fe, vive de la fe, por ella con gusto trabaja, padece y muere”. Es la fe, la confianza absoluta en la gracia y en la benig-nidad de Dios, la que hace que se extienda el celo apostólico, y que empuje a una persona a transmitirla. Es de Cristo crucificado de quien asume la inspiración y la fuerza de hacer el sacrificio completo de nosotros mismos por el reino de Dios. “El Crucificado nos hace misioneros, y es el crucificado quien debe nutrir en nosotros el amor por las almas. Todo apostolado que no derive del misterio de la cruz es efímero” (Bto. P. Paolo Manna).
¿Por quién ir? Es por amor de Cristo que ha dado su vida por mí y por todos. Si el envío fuera determi-nado por otros motivos sería un gesto y una elección de vida de duración efímera y de poca eficacia. A to-dos nosotros se nos pide que llevemos el amor de Cristo.
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41.- La misión es esencial a la Iglesia (Domingo, 11/6/17)
El pueblo de Dios, del que somos miembros, nace como gente peregrinante en el mundo, nómadas por naturaleza, que mientras camina con la humanidad, debe anunciar y hacer realidad el reino de Dios. Ha na-cido así, y lleva esta inquietud en lo profundo de su corazón, y en sus instituciones. Si se para y no siente ya en sí mismo la urgencia de levantar las tiendas para ir más allá a llevar la Buena Nueva, termina con reducir
la salvación de Dios a un proyecto sapiencial humano, bueno para construir la ciudad permanente sobre es-ta tierra.
La Iglesia para ser y sentirse viva debe estar siempre pronta a trasladar las tiendas, empujada por la fuerza del Espíritu, para cumplir la misión de Dios. Aquí está en juego la salvación de la humanidad, su des-tino último, su realización, su cumplimiento. De ahí que “la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia” (Evangelii nuntiandi, 14). Como dice la Redemptoris missio: “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida (ya estamos bien entrados en el tercer milenio), una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio” (n.1). No basta la enunciación de este principio, que parece caer en el va-cío. Hay necesidad de personas que, respondiendo a la invitación de Cristo, y a las repetidas súplicas de la Iglesia, estén dispuestas a ser enviadas, para que continúe la misión mesiánica de Cristo.
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42.- Sin enviados, no hay misión (Domingo, 18/6/17)
¿Ha disminuido en nuestras Iglesias de antigua evangelización la respuesta generosa de los sacerdo-tes al envío? ¿Existe todavía aquella inquietud que era como una pesadilla para el apóstol Pablo que en el sueño ve al macedonio, que, encadenado, le dirige la acuciante invitación: “Pasa hasta nosotros y sálva-nos”? ¿Hay todavía necesidad de misioneros que, dejándolo todo, partan con las velas desplegadas para llegar hasta los confines de la tierra, allí donde los hombres esperan la liberación? Parece que el espíritu misionero, en esta fase en que con obviedad la Iglesia se reconoce por su naturaleza misionera, no encuen-tra ya respuestas radicales. Se contenta con navegar junto a la costa, más que dejarse llevar por el viento del Espíritu hacia los confines del mundo y de la humanidad. Vuelve a estar de actualidad la resonante voz de Dios. “Entonces escuché la voz del Señor que me decía: ‘¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?’” (Is 6,8).
La pregunta, crucial, resuena todavía hoy frente a este complejo e inmenso areópago que es el mundo. Isaías pudo responder con confianza y valentía- “Aquí estoy, mándame”. ¿Estamos todavía hoy dispuestos a responder con valentía y firmeza a la petición de Dios? Una respuesta, como la dada por Isaías, supone una decisión definitiva e irrevocable por el reino de Dios. El Reino, que está en medio de nosotros en Cristo, es el Absoluto, la única prioridad, frente al cual todo lo demás es marginal y provisional, y por el que mi ser, mis cualidades, mis bienes y, en breve, mi vida, adquiere valor. “Todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura” (Flp 3,8). Por eso “el que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37), y “el que quiera venir en pos de mí que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará” (Mt 16,24-25)-
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43.- La mentalidad del misionero no puede ser la del mundo (Domingo, 25/6/17)
Una mentalidad misionera requiere un cambio radical rechazando la sabiduría humana para asumir la sabiduría de la cruz, la debilidad de Dios. O la elección del reino de Dios, de su lógica, o la elección humana hecha de razonamiento y garantías humanas. No son posibles otros cálculos. Solo así se puede adquirir la libertad necesaria para responder a la petición de Dios con la consagración de la propia vida a anunciar y llevar la salvación de Dios a los hermanos de esta humanidad. Pero en la situación socio-cultural en que nos encontramos, que es de la fragmentación y de la debilidad humana, que crea tantas rémoras, intentamos encontrar una excusa para no ponernos en cuestión. Como Jeremías, objetamos: “¡Ay, Señor, Dios mío! Mi-ra que no sé hablar, que solo soy un niño” (1,6). Pero podemos responder con san Pablo: “Esta confianza la tenemos ante Dios por Cristo… (Dios) nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza” (2Co 3,4.6).
El ser misionero supone haber hecho esta elección y haberse puesto en situación de disponibilidad para dejar todo, para atender solo los intereses del Reino. Los reunió para que estuvieran con Él, y también para enviarlos a anunciar el Evangelio y arrojar demonios. Es por ello que son ungidos para “predicar un año de gracia del Señor”, es decir, para seguir la misión de Cristo, dirigida a quien espera de lo Alto la palabra y la realidad de la liberación de las cargas y de las esclavitudes de todo tipo, y escuchar que el Dios al que siempre han invocado les ama como Padre benévolo. Esta es la misión confiada a la Iglesia, que apela di-rectamente a todo fiel de Cristo y, en primer lugar, a aquellos que quieren seguir la vida de Cristo, Supremo Pastor y Enviado del Padre.
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