MISION AD GENTES 2017-2018

CURSO 2017 – 2018

ARTÍCULOS DE DON ANTONIO EVANS MARTOS

DELEGADO EPISCOPAL DE MISIONES

 

1.- La misión, en el corazón de la fe cristiana    (Domingo, 3/9/17)

La Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo. Por ello, se nos invita a hacernos algunas preguntas que tocan nuestra identidad cristiana y nuestras responsabilidades como creyentes, en un mundo confundido por tantas ilusiones, herido por grandes frustraciones y desgarrado por numerosas guerras fratricidas, que afectan de forma injusta sobre todo a los inocentes. ¿Cuál es el fundamento de la misión? ¿Cuál es el corazón de la misión? ¿Cuáles son las actitudes vitales de la misión?

La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

Dios Padre desea esta transformación existencial de sus hijos e hijas; transformación que se expresa como culto en espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23-24), en una vida animada por el Espíritu Santo en la imitación del Hijo Jesús, para gloria de Dios Padre. «La gloria de Dios es el hombre viviente» (Ireneo, Adversus haereses IV, 20,7). De este modo, el anuncio del Evangelio se convierte en palabra viva y eficaz que realiza lo que proclama (cf. Is 55,10-11), es decir Jesucristo, el cual continuamente se hace carne en cada situación humana (cf. Jn 1,14).

(Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2017)

 

2.- La misión de la Iglesia representa el kairos de Cristo (Domingo, 10/9/17)

La misión de la Iglesia no es la propagación de una ideología religiosa, ni tampoco la propuesta de una ética sublime. Muchos movimientos del mundo saben proponer grandes ideales o expresiones éticas sublimes. A través de la misión de la Iglesia, Jesucristo sigue evangelizando y actuando; por eso, ella representa el kairos, el tiempo propicio de la salvación en la historia. A través del anuncio del Evangelio, Jesús se convierte de nuevo en contemporáneo nuestro, de modo que quienes lo acogen con fe y amor experimentan la fuerza transformadora de su Espíritu de Resucitado que fecunda lo humano y la creación, como la lluvia lo hace con la tierra. «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable» (Eg, 276).

Recordemos siempre que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (DC, 1). El Evangelio es una persona, que continuamente se ofrece y continuamente invita a los que la reciben con fe humilde y laboriosa a compartir su vida mediante la participación efectiva en su misterio pascual de muerte y resurrección. El Evangelio se convierte así, por medio del Bautismo, en fuente de vida nueva, libre del dominio del pecado, iluminada y transformada por el Espíritu Santo; por medio de la Confirmación, se hace unción fortalecedora que, gracias al mismo Espíritu, indica caminos y estrategias nuevas de testimonio y de proximidad; y por medio de la Eucaristía se convierte en el alimento del hombre nuevo.

El mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta. Gracias a Dios no faltan experiencias significativas que dan testimonio de la fuerza transformadora del Evangelio. Podemos pensar en muchos, numerosísimos testimonios de cómo el Evangelio ayuda a superar la cerrazón, los conflictos, el racismo, el tribalismo, promoviendo en todas partes y entre todos la reconciliación, la fraternidad y el saber compartir.

(Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2017)

 

3.- La misión inspira una espiritualidad de éxodo continuo, peregrinación y exilio   (Domingo, 17/9/17)

La misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (Eg, 20).

La misión de la Iglesia estimula una actitud de continua peregrinación a través de los diversos desiertos de la vida, a través de las diferentes experiencias de hambre y sed, de verdad y de justicia.

La misión de la Iglesia propone una experiencia de continuo exilio, para hacer sentir al hombre, sediento de infinito, su condición de exiliado en camino hacia la patria final, entre el «ya» y el «todavía no» del Reino de los Cielos.

La misión dice a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que es un humilde instrumento y mediación del Reino. Una Iglesia autorreferencial, que se complace en éxitos terrenos, no es la Iglesia de Cristo, no es su cuerpo crucificado y glorioso. Es por eso que debemos preferir «una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (Eg, 49).

Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado […]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (Eg, 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.

(Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2017) 

4.- El servicio de las Obras Misionales Pontificias   (Domingo, 24/09/17)

Las Obras Misionales Pontificias son un instrumento precioso para suscitar en cada comunidad cristiana el deseo de salir de sus propias fronteras y sus seguridades, y remar mar adentro para anunciar el Evangelio a todos.

A través de una profunda espiritualidad misionera, que hay que vivir a diario, de un compromiso constante de formación y animación misionera, muchachos, jóvenes, adultos, familias, sacerdotes, religiosos y obispos se involucran para que crezca en cada uno un corazón misionero.

La Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra de la Propagación de la Fe, es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Hagamos misión inspirándonos en María, Madre de la evangelización. Ella, movida por el Espíritu, recibió la Palabra de vida en lo más profundo de su fe humilde. Que la Virgen nos ayude a decir nuestro «sí» en la urgencia de hacer resonar la Buena Nueva de Jesús en nuestro tiempo; que nos obtenga un nuevo celo de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte; que interceda por nosotros para que podamos adquirir la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la salvación.

(Del Mensaje del papa Francisco para el Domund 2017)

 

5.- Semana de oración por las misiones  (Domingo, 01/10/17)

Hoy iniciamos el Octubre Misionero como preparación para la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. Este año, con el lema «Sé valiente, la misión te espera», nos invita a superar el miedo, la indiferencia y la vergüenza y cumplir nuestra misión evangelizadora, con la opción preferencial por los más alejados, pobres y necesitados.

La misión está en el corazón de la Iglesia, pues la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera –nos dice el Papa Francisco en su Mensaje-, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo.

Se trata de exhortar a todos los cristianos a tener coraje para vivir la misión, para gastarse por el Evangelio, para superar todos los condicionamientos externos e internos que dañan la respuesta generosa a la misión. Se nos pide valentía ¡Hoy es tiempo de valor, se necesita valor!

Muchos son los misioneros que han mostrado una gran valentía para dejar su tierra, su casa, sus costumbres, y aventurarse en otros lugares, muchas veces bastante inseguros, peligrosos o incluso inhóspitos.

Durante esta semana de oración por las misiones, vamos a hacer cada día la oración por los misioneros: «Señor, Dios nuestro, suscita en tu Iglesia misioneros según tu corazón, que vivan en ti, por ti, contigo. Concede a los misioneros paciencia en las pruebas, alegría en las contrariedades, amor a los pobres y a los que sufren, búsqueda de la justicia y de la paz. Haz que vivan en sencillez de vida y en comunión fraterna. Dales la felicidad de ver crecer en tu pueblo la fe, la esperanza y la caridad y de morir a tu servicio»

6.- Semana del sacrificio y dolor compartidos    (Domingo, 8/10/17)

Con el lema «Sé valiente, la misión te espera» se busca exhortar a las comunidades eclesiales, a los fieles cristianos, al Pueblo de Dios, a tener coraje para vivir la misión, entregando generosamente y con valor la fe recibida. Vivir con coraje y valentía la realidad de la misión en el contexto en el que nos encontramos

Hoy iniciamos la semana del sacrificio por las misiones. En ella se invita a los fieles a incorporar a la vida cristiana tres cosas: la experiencia del dolor y del sacrificio, la inmolación como camino que lleva de la muerte a la resurrección, la identificación con Cristo y con los misioneros.

Cristo en la cruz nos enseña a hacer del sufrimiento la gran Pascua liberadora. Solamente la fe, la adoración y el amor pueden hacer que lo vivamos así. “La humillación y el fracaso aceptados, el pequeño fracaso de cada día, la pequeña humillación de cada momento: ésta es nuestra Pascua, porque son participación de la muerte de Jesús y, por esta razón, de su resurrección”. “Cristo al mismo tiempo nos ha enseñado a hacer el bien con el sufrimiento y a hacer el bien a quien sufre” (Salvifici doloris 30)

Invitamos a los enfermos a que se sumen a la oración que el Papa Francisco les proponía en Fátima: «Queridos hermanos, vivid vuestra vida como una gracia y decidle a Nuestra Señora, como los pastorcillos, que queréis ofreceros a Dios con todo el corazón. No os consideréis solamente como destinatarios de la solidaridad caritativa, sino sentíos partícipes de la vida y misión de la Iglesia. Vuestra presencia silenciosa, pero más elocuente que muchas palabras, vuestra oración, el ofrecimiento diario de vuestros sufrimientos, en unión con los de Jesús crucificado por la salvación del mundo, la aceptación paciente y hasta alegre de vuestra condición son un recurso espiritual, un patrimonio para toda la comunidad cristiana. No tengáis vergüenza de ser un tesoro valioso de la Iglesia»

7.- Semana de la cooperación económica   (Domingo, 15/10/17)

Con el lema «Sé valiente, la misión te espera» la Iglesia exhorta a tener coraje y valentía para salir de nosotros mismos, para resistir la tentación de la incredulidad, para gastarnos por los demás y por el Reino, para tomar parte en la actividad misionera de la Iglesia.

A cada uno de nosotros, por el Bautismo, se nos ha confiado la misión de ser testigos valientes en medio de nuestra vida. Ser valiente significa salir de mis seguridades para encontrarme con el otro. Ser valiente es dejarme involucrar y comprometer. Ser valiente es sentirme responsable de la misión ad gentes y colaborar desde la oración y compartiendo mis bienes de manera generosa. Ser valiente es responder a la llamada a implicar mi vida en la evangelización universal. “Yo soy una misión en esta tierra, y para esto estoy en el mundo” (Evangelii gaudium 273). ¿Cuál es mi misión en este mundo? Dios nos habla y a la vez nos llama.

El Domund –nos dice el Papa Francisco en su Mensaje- es una ocasión favorable para que el corazón misionero de las comunidades cristianas participe, a través de la oración, del testimonio de vida y de la comunión de bienes, en la respuesta a las graves y vastas necesidades de la evangelización.

Esta semana culmina con la celebración del día del Domund. Durante estos días las comunidades cristianas y los fieles son llamados a colaborar con auténtica generosidad con las necesidades materiales de los misioneros, dando un testimonio al mundo de que no nos movemos solo por situaciones catastróficas, sino que, por sistema de vida, vivimos la opción por los más pobres y necesitados a través de nuestros misioneros, y seguimos llevando el Evangelio al mundo entero para construir un mundo de hermanos, como nuestro Padre Dios quiere.

8.- Semana de oración por las vocaciones misioneras    (Domingo, 22/10/17)

Con el lema «Sé valiente, la misión te espera» la Iglesia nos pide valor para retomar el gusto de gastarse por el Evangelio, la confianza en la fuerza que la misión trae consigo, para abrirnos a todos sin disminuir lo absoluto y único de Cristo único salvador de todos, para resistir a la incredulidad sin volvernos arrogantes.

Los jóvenes son la esperanza de la misión –nos dice el Papa Francisco en su Mensaje-. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntar

iado […]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (Eg, 106). El próximo Sínodo «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», es una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.

Con todo, este mes dedicado a las misiones, tiene que concluir con la certeza de que el Dueño de la mies sigue suscitando vocaciones para la misión en todo el Pueblo de Dios: laicos, sacerdotes y religiosos y religiosas. En el seno de cada comunidad el Señor ha puesto en el corazón de algunos la semilla de la vocación. Es la semana de pensar que tal vez haya una generosa respuesta económica, pero ¿hay vocaciones?: “debemos preguntarnos –dice la encíclica Redemptoris missio por qué en varias naciones, mientras aumentan los donativos, se corre el peligro de que desaparezcan las vocaciones misioneras, las cuales reflejan la verdadera dimensión de la entrega a los hermanos” (79).

 

9.- La Iglesia actualiza la iniciativa amorosa de Dios   (Domingo, 29/10/17)

La caridad, es el alma de la misión. Si la misión no es orientada por la caridad, si no nace de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a una mera actividad filantrópica y social:

El amor que Dios tiene por cada persona, constituye el núcleo de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y todos cuantos lo acogen se convierten a su vez en testigos.

El amor de Dios, que da vida al mundo, es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, icono perfecto de la misericordia del Padre celestial.

La clave está en 1 Jn 4,9: “En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9)

Después de su resurrección, Jesús confió esta misión a su Iglesia (cf Jn 19,20ss).

Desde entonces, la Iglesia continúa esta misma misión, que constituye para todos los creyentes un compromiso irrenunciable y permanente.

Toda comunidad cristiana está llamada a dar a conocer a Dios que es Amor:

La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf 1Jn 4,10).

Y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.

Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva.

¡Atrevámonos un poco más a primerear!

10.- La misión es la razón de nuestra vida  (Domingo, 5/11/17)

Desde su infancia Jesús recuerda a sus padres la razón de su existencia (Lc 2,49): cumplir la voluntad de su Padre. Esa es su razón de ser y existir: ser el rostro visible de Dios, la voz que anuncie su mensaje. Y, por eso, permanecerá obediente en Nazaret creciendo en edad, sabi­du­ría y gracia.

Su vida pública es definida desde la misión (Mt 4,23; Lc 4,14ss), tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá (cf Mc 1,38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos.

Jesús ‘ve’ la necesidad, ‘siente’ la urgencia, y ‘envía’ en su nombre (Lc 10,1ss). Las exigencias del seguimiento no son solamente para los apóstoles, sino para todos. Todos somos responsables de la misión, todos debemos vivir disponibles para cumplir la voluntad salvífica de Dios.

El mandato de Jesús recoge, confirma y concreta el dinamismo misionero desencadenado por el Amor fontal del Padre que envía a su Hijo al mundo como salvador, ungido y enviado por el Espíritu. El Espíritu es el misterioso intercambio de amor entre el Padre y el Hijo y se manifiesta, se derrama, como «enviado», como misión de Dios hacia afuera.

De esta misión del Hijo y de este empuje del Espíritu, nace y vive la misión de la Iglesia: nace del amor del Padre…, lleva en su ser la impronta de ese amor…, es la identidad de ella y de cada cristiano… El que entra en la corriente vive anunciando, invitando, creando Comunidad.

Es misión de Dios, no nuestra, centrada en Cristo y abarca toda la creación.

Sobrecoge la radical disponibilidad de S. Pablo ante la llamada del Señor (Hch 9,1ss y par.), entiende su vocación como una carrera (Hch 20,24; Flp 3,12ss y par.), y vivió toda su existencia «al aire del Espíritu» (RMi c.8), apremiado siem­pre por el amor de Dios (cf  2Cor 5,14).

11.- La Iglesia existe para evangelizar (Domingo, 12/11/17)

Toda la historia de la salvación –y en ella la de la Iglesia-, se convierte así en la historia de la vocación misionera que alcanza su plenitud en Jesucristo. Él funda la Iglesia para que continúe esta tarea, y derrama sobre ella su Espíritu, para que la guíe, fortalezca y acompañe. Así, la Iglesia, anunciando el reino de Dios, abre ante cada ser humano la perspectiva de ser “divinizado” y plenificado en su humanidad.

Hoy, en este «id» de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida». Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.Esto es también el signo de que en el kairós actual del universo, la Palabra de Dios sigue resonando permanentemente, con el dinamismo de “salida” que Dios quiere provocar en los creyentes.

El Señor pide hoy a su Iglesia: que se convierta y se transforme en “la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan” (Eg, 24); que esté en permanente actitud de salida, que vaya siempre más allá, a todos los contextos que necesitan la luz de la Buena Nueva; y que llegue hasta las periferias donde los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio…

Cuando hablamos de periferias hay que abrir el abanico a las periferias geográficas: alejados, los que aún no conocen a Jesús, etc.; las periferias sociales: marginados, desgraciados, empobrecidos; las periferias humanas –enfermos, excluidos, marginados, solos…

La Iglesia representa la solidaridad de Dios que se involucra, se encarna, asume nuestra suerte y nuestra causa.

12.- La Iglesia llamada a involucrarse con la sociedad (Domingo, 19/11/17)

El Papa Francisco nos pide salir al encuentro de la carne sufriente de Cristo en la sociedad: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto-preservación (…). (que) la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (Eg, 27).

Además, esta vocación misionera de la comunidad local se ve hoy vigorizada con la urgencia y necesidad de la nueva evangelización. Ésta presenta nuevos desafíos misioneros:

– El primero, las personas bautizadas que no viven según sus exigencias bautismales ni mantienen una vinculación cordial con la Iglesia, y ante las cuales la comunidad debe mostrarse como madre; acercándose a ellas y tratando de que recuperen la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Reino.

– Y el segundo, las personas que no conocen a Jesucristo o lo rechazan. Ante ellas, no podemos quedarnos en espera pasiva en el templo, hay que pasar a una pastoral activa y presente en medio de esos ambientes de crítica, rechazo e incluso de desprecio.

Una vez más el Señor nos llama para que “salgamos de nuestra tierra” y nos involucremos en la construcción de un mundo nuevo: donde reine el amor; donde la grandeza se muestre en la capacidad de hacerse pequeño, último y servidor de los demás; donde nadie llame propio a nada de lo que tiene; donde no haya marginados, ni empobrecidos, ni desgraciados; donde se haga realidad el Designio amoroso de Dios, su Reino de amor.

13.- La misión de la Iglesia expresa la solidaridad de Dios    (Domingo, 26/11/17)

Dios elige y consagra para que seamos el sacramento de salvación para todos los pueblos de la tierra. Para ello envía a Jesucristo que asume nuestra vida, la purifica, la consagra…, y la envía en su nombre, con su mismo programa y estilo. Todo es iniciativa, realización, misión y gloria de Dios que hace de nosotros, por Cristo, su sacramento de salvación universal.

Jesús es nuestra referencia. Debemos contemplarlo, para vivir en su nombre y colaborar con él en la realización del Proyecto salvador de su Padre Dios. Él se puso de modelo y referencia cuando lavó los pies a sus discípulos. El Señor, así, se involucra e involucra a los suyos: poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Por eso, al terminar dice a los discípulos: «Seréis felices si hacéis esto» (Jn 13,17).

Involucrarse es actualizar aquí y ahora la solidaridad de Dios mostrada en Jesús: una opción libre, comprometida y permanente, de compartir la suerte y la causa de todos los hombres –sin reduccionismos, sea por angelismo o por horizontalismo; asumiendo todas las dimensiones que conlleva una auténtica encarnación-, principalmente con los más pobres de la tierra: los que no tienen reconocida la dignidad humana y los derechos fundamentales, los que no tienen libre acceso al banquete de la vida: bienes materiales y espirituales.

La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás: achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo…

Los evangelizadores tienen así «olor a oveja»…, y éstas escuchan su voz… (cf Jn 10,1-16).

14.- Misionar es cumplir el programa de vida de Jesús  (Domingo, 3/12/17)

En Nazaret, Cristo proclama su programa de vida (Lc 4,18ss). Dios, en Cristo, se ha implicado y complicado para realizar su compromiso de salvación. Es su primera declaración mesiánica, a la que siguen los hechos y palabras mediante los cuales, Cristo hace presente al Padre entre los hombres.

Él, en nombre de Dios quiere asumir la suerte y la causa: de los pobres carentes de medios de subsistencia, de los privados de libertad, de los ciegos que no ven la belleza de la creación, de los que viven en aflicción de corazón o sufren a causa de la injusticia social, de los pecadores… Con relación a estos últimos especialmente, Cristo se convierte sobre todo en signo legible de Dios que es amor, se hace signo del Padre.

Jesús, con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en el que vivimos está presente el amor operante que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se verifica en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza; este amor lo compromete con el contacto con toda la condición humana histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral; este amor lo lleva a comprometerse de manera integral con ese hombre concreto y necesitado, asumiendo su suerte y su causa, compadeciéndose y solidarizándose, sin echarse atrás ante nada, sin justificarse por nada…

Y en Lc 10,25-37 nos invita a que también nosotros hagamos de prójimo, a acercarnos, a salir al encuentro, de los «asaltados», los «ori­llados» del camino…Y que no se puede «dar rodeos» ni «pasar de largo», pues todos tenemos ­sólidas razones que nos justifican, sin embargo, no vale ninguna clase de excusas.

Es la dinámica de la “encarnación” (cf Mr 10,45; Flp 2,5ss; etc.): hacerse último con los últimos…, hacerse servidor de todos y con todo…, y hacerse ofrenda para florecer en ellos…Son las obras concretas la medida de lo cierto (cf Lc 7, 22-23; Jn 14,11; Sant 2,14-26)

15.-  Necesidad de evangelizar los desafíos actuales (Domingo, 10/12/17)

Nos planteamos algunos desafíos del mundo actual que están esperando una adecuada evangelización, que los cristianos nos involucremos: la mayoría de los hombres vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento: el miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas; la alegría de vivir frecuentemente se apaga; la falta de respeto y la violencia crecen; la inequidad es cada vez más patente; hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad; se ha generado un cambio de época por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en los campos de la naturaleza y de la vida; estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo.

La Misión precede a la Iglesia, que ha sido llamada para ir al mundo entero y proclamar el Evangelio (Mr 16,15) y “ay de mí si no evangelizare” (1Co 9,16), pero nos falta valorar nuestra fe, tener la convicción de que Cristo es el primer servicio que podríamos dar al hombre y a la humanidad… (RMi 2), el único Salvador (RMi, c.1), el que revela y posibilita al hombre su dignidad y el sentido de su existencia… (RMi 2).

Y solo si somos «contempladores» de Cristo, seremos «transmisores» de Cristo. Es imposible retener y contener la experiencia de fe. La misión es ser testigos de lo visto, oído y tocado, de lo experimentado. Nunca se debería de hablar de oídas…, nunca debería ser ideologizado… La experiencia de fe es el encuentro con Alguien, no con algo…

Jesucristo sigue presente, vivo, involucrado en la historia a través nuestra, y quiere «encontrarse» con los hombres de nuestro tiempo; o podemos mostrarles que está vivo, entre nosotros, por los frutos que genera en nuestra humanidad, o difícilmente sentirán interés por acercarse a la fe.

La mayor debilidad de la Iglesia hoy es la debilidad de nuestra fe, que hace que no testimoniemos al hombre de hoy a Cristo como Alguien actual, vivo, presente, que tiene todo que ver con nuestra persona, nuestra vida, y nuestra alegría…

16.- Qué conlleva la misión de involucrarse   (Domingo, 17/12/17)

Involucrarse es una llamada a superar la ambigüedad en nuestra vida: Dios no mira tanto “dónde estamos” sino “adónde orienta nuestra vida”, nos invita a la decisión, a la opción, a la definición de postura. La ambigüedad es la tentación de los anfibios, vivir saltando del agua a la tierra y viceversa. “No seremos felices mientras no dejemos realmente aquello a lo que hemos renunciado” (C. Rahner)… “Dejad toda carga inútil…” (Hbr 12,1). Se da la mano con la tibieza, la mediocridad… Se trata de dejar totalmente lo que hemos renunciado, y vivir plenamente aquello que hemos aceptado.

Involucrarse conlleva darle profundidad a nuestra vida: necesitamos adentrarnos en nosotros mismo para ser «el hombre interior» (cf Ef 3,16;) y así poder mejor interiorizar a Dios, al hermano, a los acontecimientos de la vida. Hoy se nos priva la capacidad de reflexión, se nos manipula, sin poder ser nosotros mismos, continuamente reclamados, motivados, crispados, aturdidos, imposible pararse, interiorizar… en definitiva, surge un hombre superficial… Estamos llamados a la profundidad de Dios desde nuestra profundidad, tenemos la altura de nuestra profundidad… “Con los ojos puestos en el que inicia y completa la fe…” (Hbr 12,2).

Involucrarse significa arriesgarlo todo por Cristo: “ellos, dejándolo todo, le siguieron” (cf Mt 3, 20.22). No se trata de “orillear”, hay que arriesgar, entrar en profundidad y en lejanía de toda seguridad. Jesús invita a Pedro a remar mar adentro y que eche las redes para pescar (cf Lc 5,4). Jesús, a la persona que llama, la invita a arriesgar su vida. Al principio tenemos muchas cosas (v.g.: salud, amigos, fuerza…), pero a lo largo de la vida se va quedando todo atrás hasta que solo queda Jesucristo. Cuando ya solo queda Jesucristo es cuando llega la segunda llamada a Pedro, la llamada a la santidad: “Pedro, ¿me amas?” (Jn 21,15ss), pues «¡Duc in altum!». “Ahora nos toca a nosotros…” (Cf Hbr 12,1).

17.- La misión de acompañamiento  (Domingo, 24/12/17)

Quien se revela no es un desconocido, sino un Dios paterno, ligado a una historia de amor y comprometido con una presencia benéfica, protectora: Yo, estaré siempre contigo…

El símbolo Alianza es el que le sirve para expresar sus relaciones personales con su pueblo elegido. Dios se compromete: a bendecirlo, a multiplicarlo a darle una tierra prometida…; a crear una comunión de vida solidaria, asumiendo su suerte y su causa…; y a mantener su alianza eternamente, a no retirarle su favor…

Será necesaria la escuela del desierto para acrisolar, fortalecer, madurar en la vivencia de la Alianza. Moisés será la permanente presencia de un Dios fiel, que acompaña respetando sus ritmos, sus tiempos, sus debilidades…

Los Profetas serán los centinelas de la Alianza, denunciarán su incumplimiento, consolarán anunciando la fidelidad del Señor, y restaurarán las bases de la Alianza.

Son innumerables los Salmos que cantan la permanente compañía salvadora de Dios, su acompañamiento providente.

Hasta que llegada la plenitud de los tiempos, Dios nos envió a su Hijo quien, tras enseñarnos pacientemente, poniéndose como ejemplo (Jn 13) y darnos el mandato de amar como él (Jn 13,34-35; 15,9-14) y de seguirle (cf Jn 14,6), nos asegura que siempre estará con nosotros (cf Jn 14,18ss), hasta la consumación de los tiempos (cf Mt 28,20).

Es la Iglesia la llamada a acompañar a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. La Iglesia sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites.

Un auténtico acompañamiento requiere espacio y tiempo: el espacio conlleva darle sitio a Dios en el corazón, mente y voluntad…; y el tiempo es el respeto a los ritmos y tiempos de maduración.

Acompañar pacientemente el ritmo de cada persona requiere: comprender, disculpar, justificar, excusar, perdonar…;  no juzgar ni condenar, ni  arrancar ni “pegar tirones”… ; esperar cuidando, abonando con el amor, confiando…; “Hasta que no llegue Pentecostés… hay que esperar”.

18.- El misionero tiene la escuela de Jesús   (Domingo, 31/12/17)

Jesús llama a los discípulos a la escuela evangélica (Mc 3,13-15): para que estuvieran con Él, para enseñarles, para darles poder, y enviarlos en su nombre –todo  en orden a la misión-.

Por eso, su escuela evangélica se forja viviendo en su compañía (cf Mr 3,14), conviviendo en el trato íntimo con él, siguiendo su ejemplo, acogiendo el poder y la fuerza del Espíritu que completará la obra… (Jn 13,14-15.34; 14,6; 15,12; 16,8-15).

En la escuela de Jesús hay tres claves: vivir siempre en Dios, vivir como Dios, vivir en la paz. Estas tres claves las desglosa Jesús en tres lecciones (cf Mt 11,28-30):

– El cansancio y el agobio vienen por vivir “como si Dios no existiera”…, y la medicina está en volvernos a Él, darle a Dios su sitio…

– El cansancio y el agobio son consecuencia de no seguir sus caminos…, y la medicina está en coger su método evangélico: la paciencia y la humildad de corazón, la obediencia

– El cansancio y el agobio son la expresión de nuestra falta de confianza…, y la medicina es la paz de quien pone su confianza en el Señor…

Jesús se identifica plena y totalmente con Dios que sigue actuando (cf Jn 5,17-17ss):

– «La voluntad de mi Padre es que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día» (Jn 6,39).

– «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8,12).

– «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí no morirá para siempre…» (Jn 11,25-26)

– «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6)

En la escuela de Jesús hay tres valores esenciales que tienen que florecer en nuestra manera de ser y de actuar:

– La ternura, que es la medicina que necesita un mundo extenuado y abandonado (Mt 9,36).

– La paciencia, que es el método utilizado por un Dios que acompaña.

– La paz, que es el signo de confianza en el amor eterno de Dios.

19.- “Yo soy uno de ellos”   (Domingo, 7/1/18)

Con este lema iniciamos un proyecto de cuatro años para ayudar a padres, educadores y catequistas en la maravillosa tarea de desarrollar la dimensión misionera en la Iniciación Cristiana de los niños. Es poner en este itinerario una “música de fondo” que recuerde a los niños y formadores que esta experiencia de adhesión a Jesús en la Iglesia implica el reconocimiento de la universalidad. Es una de sus dimensiones esenciales, y no un simple “hacer algo bueno”: es ayudar a los niños a abrir su corazón a toda la humanidad, como hizo Jesús.

Hay que empezar reconociendo que en los planes de Dios no hay acepción de personas. Todos somos miembros de la familia humana, llamados a construir una sociedad más justa, a la vez que maduramos como personas. Se pretende mostrar que es malo trazar una raya imaginaria para separa los niños del Norte –que ayudan y, al haber recibido el Bautismo, tienen más garantías de ir al cielo-, de los del Sur –que aún no conocen a Jesús y además son tan pobres que les hemos de ayudar con nuestras limosnas-. Parece una caricatura, pero puede tener fundamento en la realidad.

Se trata de todo lo contrario. Todos somos hijos de un mismo Padre Dios y todos estamos llamados a la felicidad eterna. Los que conocemos a Jesús tenemos el deber de llevar a otros esta buena noticia y de ayudarles con nuestros bienes. Es lo que hacen los misioneros. Así, los niños van experimentando que el amor a los demás no es solo dar limosna, sino que lo primero y principal es aceptarlos, reconociéndolos como hermanos, y reconociendo que “Yo soy uno de ellos”. Es el momento de descubrir que la identidad personal es un don de Dios que asegura y garantiza la unidad, dentro de la diversidad.

20.- “Gracias”     (Domingo, 14/1/18)

Siguiendo con el proyecto de desarrollar la dimensión misionera en la Iniciación Cristiana de los niños, es clave la dimensión celebrativa de nuestra fe, dar un paso más y hacerlos niños agradecidos, suscitarles una actitud de gratitud por lo que son y por lo que tienen, una acción de gracias por:

– El don de la creación. Al contemplar la naturaleza conviene promover entre los niños una corriente de gratitud y respeto por la belleza de tantas cosas que proceden de la bondad de Dios.

– El don de la vida. Los bienes disponibles para la subsistencia, como la comida, la vivienda, la salud, el vestido, la convivencia, etc., son regalos concedidos por Dios a través de la bondad y generosidad de los demás.

– El don de la fe. Entre los dones recibidos destaca éste, el cual nace de que alguien nos ha traído la buena noticia de que Dios es nuestro Padre. Al reconocer los fieles de Colosas el don del Evangelio, san Pablo les anima a dar “gracias de corazón con Salmos, himnos y cánticos inspirados” (Col 3,16).

– El don de ser “pequeños misioneros”. Los niños de la Infancia Misionera descubren cada día que también ellos son protagonistas de esta corriente anunciadora de la bondad de Dios. Con su estilo de vida, su oración y generosidad, y sobre todo con su servicio a los demás, son como los misioneros que un día salieron de su tierra para estar muy cerca de los que más lo necesitan.

La palabra “gracias” no es una simple respuesta de educación o convencional: es expresión de lo que un niño de Infancia Misionera siente en su corazón después de haber reconocido los dones de Dios en su vida, de saberlos valorar profundamente; hasta llegar al agradecimiento sincero, de corazón, que le hace dar gracias y querer corresponder con un compromiso por llevar este bien a todos los niños, por formar la gran familia de Dios, la cadena de solidaridad con todos los niños del mundo.

21.- “Sígueme”       (Domingo, 21/1/18)

Seguimos con el ciclo sobre la Iniciación Cristiana de los niños acentuando la dimensión misionera. Primero fue conocer la persona y el mensaje de Jesús, a lo que le siguió la dimensión celebrativa de nuestra fe; ahora nos centramos en el seguimiento de Jesús: “Sígueme”.

Vamos a estudiar lo que se aprende en la escuela de Jesús, los valores que mueven su vida, su manera de ser y de actuar. Y todo, desde una perspectiva misionera, con el horizonte de los más lejanos, los más pobres, los más…

El primer valor de la escala de valores de Cristo es obedecer confiadamente a su Padre, cumplir su voluntad salvífica (cf Lc 2,49). Todo lo condiciona a Él, es la pauta de su vida; vive su existencia en continua referencia, confiada y sumisa, a Dios su Padre, viviendo con Él una comunión total y absoluta de vida y de misión. Terminará su existencia pudiendo decir: “Todo está cumplido” (Jn 19,30).

El segundo valor es expresar fielmente, con sus palabras, gestos y con toda su persona, el rostro misericordioso de Dios, su Padre. Tiene entrañas de misericordia, late con su corazón; expresa su “debilidad”, su “necesidad”, su “sed”, su búsqueda. Tiene todo el perfil de su Padre: humilde, tierno, paciente, sufrido, utópico, misericordioso, limpio, reconciliador, mártir (Mt 5,3ss.48). Su referencia definitoria es la mansedumbre y la humildad de corazón (cf Mt 11,29). Verbo de Dios que todo lo comprende, disculpa, justifica, excusa, perdona… (1Co 13,7).

El tercer valor constituyente de su existencia es proclamar, iniciar y universalizar el Reino de Dios, su Designio salvífico. Pues él ha sido enviado a anunciar la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18), llamando bienaventurados a las víctimas del rechazo y desprecio (Lc 6,20), haciéndoles vivir una experiencia de liberación, estando con ellos y yendo a comer con ellos (Lc 5,30; 15,2), tratándoles como iguales y amigos (Lc 7,34), haciéndoles sentirse amados por Dios y manifestando su ternura hacia los necesitados y los pobres (Lc 15).

¡Sígueme! Es la llamada de Jesús a la Infancia Misionera, auténtica escuela evangélica que forja a los niños haciéndoles descubrir cómo el sentido de su vida es cumplir la voluntad del Padre, enseñándoles a amar como Jesús, y embarcándolos en la misión de construir, desde ya, el Proyecto amoroso del Padre.

22.- Día de la Infancia Misionera  “Atrévete a ser misionero”  (Domingo, 28/1/18)

Este año concluimos el ciclo sobre la Iniciación Cristiana de los niños, acentuando la dimensión misionera: Atrévete a ser misionero.

El lema de la Jornada parte de una actitud inicial de valentía para superar el miedo ante la inmensidad de la misión, ante la gravedad de la situación, y ante la pobreza personal y de medios. También hace falta valor para no dejarse vencer por la vergüenza ante la opinión de los demás, ante la falta de testimonio personal, la incoherencia y el ridículo. Por último, hay que cuidar de no caer en la indiferencia a la que nos lleva la globalización, pues incapacita para la compasión, para llorar, para interesarnos, para cuidarlos; la globalización nos anestesia, como si lo que está sucediendo fuera responsabilidad ajena que no nos incumbe.

La llamada a la valentía es para ser misioneros, para estar dispuestos a la cooperación personal ante la llamada de Dios y anunciar a los demás niños el don de la fe y de la vida cristiana, buscando un crecimiento integral que no prescinda de ninguno de los aspectos que configuran nuestra vida. Una misión que va más allá de los propios límites, no tiene fronteras, abarca a todos los niños del mundo, y comienza a darse ya desde ahora con la disponibilidad para ayudar a los más necesitados.

La Infancia Misionera les propone un camino que nace del mismo amor que nos trajo Jesucristo: construir una cadena de solidaridad con todos los niños del mundo que haga crecer el conocimiento, la amistad y la ayuda mutua.

La Infancia Misionera les invita a tomar parte en los esfuerzos por luchar contra el hambre, la ignorancia y las enfermedades, por conseguir mejores condiciones de vida, por universalizar en el mundo entero los frutos que se cosechan cuando se ha sembrado la paz.

La Infancia Misionera, bajando al terreno de lo inmediato, debe enseñarles a estudiar con ilusión, escuchar con atención a los profesores, preocuparse de los niños inmigrantes y pobres, vivir con alegría el encuentro con Jesús en la Misa dominical, solidarizarse económicamente con los más pobres.

23.- La Iglesia representa al kairos de Cristo para el mundo    (Domingo, 4/2/18)

La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia, y la perenniza a través de todos los tiempos mediante la Iglesia: No hay acciones humanas que nos la hagan merecer. Dios, por pura gracia, nos atrae. Él envía su Espíritu para hacernos sus hijos, transformarnos y capacitarnos…  La Iglesia es enviada por Cristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios. Ella, a través de sus acciones evangelizadoras, colabora como instrumento de la gracia. La primacía de la gracia debe ser faro que alumbre las reflexiones sobre evangelización.

Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos: Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales. Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia (cf Mt 28,19; Ga 3,28). El Señor llama a todos a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor.

Ser Iglesia es ser pueblo de Dios, de acuerdo con el proyecto de amor del Padre.

– Ser fermento de Dios en medio de la humanidad: anunciar y llevar la salvación a este mundo necesitado de respuestas que alienten, den esperanza y nuevo vigor.

– Ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.

La Iglesia debe encarnarse en todos los pueblos de la tierra, cada uno con su cultura. Cultura es su estilo de vida, el modo de relacionarse entre sí, con los demás y con Dios. La cultura abarca la totalidad de la vida de un pueblo, que desarrolla su cultura con autonomía, pues la persona, por su naturaleza, tiene necesidad de la vida social, y está siempre referida a la sociedad, donde vive un modo concreto de relacionarse con la realidad. El ser humano está siempre culturalmente situado, naturaleza y cultura se hallan unidas. La gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe

24.- En qué consiste la misión de acompañamiento    (Domingo, 11/2/18)

La Iglesia acompaña a la humanidad proclamando el Evangelio, la Buena Noticia del comienzo de la salvación, «contagiando» de esperanza a todos los pueblos. Para esto Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser pueblo de Dios. Solo dentro de dicha misión se comprende y autentifica el verdadero camino histórico de la humanidad. La misión universal debe convertirse en una constante fundamental de su vida. Debemos sentir el ansia y la pasión por iluminar a todos los pueblos, con la luz de Cristo, que brilla en el rostro de la Iglesia, para que todos se reúnan en la única familia humana, bajo la paternidad amorosa de Dios.

La Iglesia acompaña a la humanidad dando un testimonio de ser feliz, con una vida habitada por Dios, que le libera, le restaura, la recrea, la hace vivir en el amor: en medio de la “pobreza”, agresiones, sufrimientos y desilusiones…; en medio de las “durezas”, “suciedades”, “violencias” y persecuciones… Pero hay Alguien que la ama, la habita, la llena, la colma… Ella tiene “ya” lo que todos buscan, aunque “todavía no en plenitud”… Por eso bebe en la “Fuente” que sacia, calma, en el manantial de Vida…

La Iglesia acompaña a la humanidad dando un testimonio de ser una nueva humanidad que vive con sentido su vida, que tiene como misión: anunciar, testimoniar y comunicar el amor de Dios; entregar su vida como servicio y ofrenda; y ser sacramento del Reino de Dios. Por todo lo cual: asume y abraza su pobreza, y vive una opción preferencial por todo lo que sea pobre; reacciona siempre amando, paciente, constante, sufrida, sin rehuir el dolor, asumiéndolo y buscando a los que sufren; persevera soñando con el Reino, con el Designio de Dios; mantiene las entrañas de misericordia, no se “endurece”; conserva limpios el corazón y los “ojos”; es armónica y serena, “tiende puentes”, es reconciliadora; acepta ser “signo de contradicción” y mártir.

La Iglesia acompaña a la humanidad dando un testimonio de que vive en total y absoluta confianza, con seguridad en lo que espera, que sabe que la Palabra se cumple, que la esperanza no defrauda… Ella cuenta con el poder de Dios y sabe que heredará, será consolada, triunfará, alcanzará misericordia, verá a Dios, será reconocida, será testigo. Ella tiene seguridad en el cumplimiento de la Palabra, confía, está alegre, es el “ya” de lo que todos buscan y esperan.

25.- Tenemos como misión el florecimiento del Reino  (Domingo, 18/2/18)

Fiel al don del Señor, la comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora.

El Designio eterno del corazón de Dios es que fructifique su Reino, el proyecto del amor de Dios que se comunica como creador y redentor: el Reino se identifica con ese amor infinito del Padre y, al igual que Él, no tiene límites ni puede ser contrarrestado por condicionamiento alguno. El amor ilimitado de Dios tiene como designio la plena realización de su Reino y tiende a superar cuantos obstáculos le oponemos: egocentrismo del que nacen el egoísmo, la codicia, el orgullo, la injusticia, y la violencia que a todo ello acompaña. El Reino está ya activo, superando los obstáculos que le hacen resistencia, aunque diste mucho de lograr su cumplimiento. El amor de Dios incluye a todos y a todo y tiene como única frontera la realización perfecta de la creación hasta su plenitud y la redención que impulsa a todo ser humano hacia la consumación de todas sus posibilidades, es decir hacia la santidad.

El Reino está ya presente en el Cosmos y en la Historia. Es un don de Dios a cuya aceptación podemos disponernos por diferentes mediaciones y, de manera privilegiada, por mediación de la Iglesia. Por eso la misión de la Iglesia debe ser un servicio a la instauración del Reino de Dios. No construimos el Reino por nuestra actividad sino que lo construye Dios y el Espíritu de Jesús. Nosotros podemos solamente colaborar en su construcción respondiendo a su invitación y recibiéndolo. Por eso hablamos de la misión de Dios.

26.- La Iglesia es el sacramento del Reino    (Domingo, 25/2/18)

La cercanía del Reino de Dios es el eje central de la predicación y acción de Jesús. Con las parábolas describe sus principales caracterís­ticas y con los milagros atestigua su llegada.

Conviene tener claro lo que es y lo que no es el Reino:

  • Es la expresión con que Jesús anuncia su mensaje, el Designio salvífico del Padre..
  • No es un territorio o zona de soberanía divina.
  • Es la bondad de Dios hecha realidad palpable.
  • No es una situación favorable a los privilegiados.
  • Es una alternativa opuesta a los reinos de los hombres.
  • No es algo puramente espiritual.
  • Es un modo de ser y vivir en la historia.
  • No es un simple moralismo ético o religioso.
  • Es la manifestación de lo más profundo del hombre.
  • No es un tinglado de estructuras y leyes.
  • Es una realidad presente y futura.
  • No es un reducto para oportunistas.
  • Es la liberación plena y total del hombre.
  • No es el triunfo de los poderosos.
  • Es la realización del plan de Dios sobre el hombre y sobre el mundo.
  • No es apto para los ricos.
  • Es la nueva sociedad que un día llegará a su plenitud y que ya se ha hecho presente en la historia con la venida de Jesús.

Jesús anuncia el Reino como la nueva y definitiva oferta de salvación que Dios hace a los hombres; el comienzo de una nueva sociedad fraterna, solidaria, amorosa…; un cambio radical en la marcha de la historia en verdad, libertad, justicia y paz; un acontecimiento que traspasa las fronteras de su pueblo, abierto a toda la humanidad.

Jesús presenta el Reino de Dios y su radicalidad como algo actual y como algo que llegará a su plenitud cuando el Padre lo determine, como un don de Dios y que se realiza también con la cooperación responsable del hombre, por eso tendrá que rendir cuenta de su actuación, ante su llegada hay que decidirse, aceptar el Reino es anteponerlo a todo.

34.- Vocaciones Nativas: “Tienes una llamada”        (Domingo, 22/4/18)

Como en octubre se celebrará en Roma el Sínodo de los Obispos, dedicado en esta ocasión a los jóvenes y, en especial, a la relación entre los jóvenes, la fe y la vocación. El Papa nos invita en esta Jornada a profundizar en la llamada, a que estemos dispuestos a escuchar con profundidad dejando que la Palabra nos interpele y escuchemos lo que Dios quiere; pues el proyecto que tiene sobre cada uno de nosotros es nuestro verdadero camino a la alegría.

En nuestro mundo, tan lleno de ruidos, se distorsiona a menudo la voz de Dios. Las preocupaciones y, a veces las tensiones en medio de las cuales vivimos, no nos permiten escucharle con claridad. Hay ruido fuera y dentro de nuestros corazones. La primera tarea, nos dice el Papa, es enseñar a escuchar, porque, aunque esto es importante en todos los momentos de la vida, es esencial en los años de juventud.

La segunda tarea es el discernimiento espiritual; el proceso a través del cual la persona realiza, en diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales de su vida. Como nos recuerda el papa Francisco, “todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión”.

Y la tercera tarea es “vivir”. “La alegría del Evangelio -nos dice el Papa-, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros […] si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy!”.

Todas las vocaciones son un don y una tarea. También las vocaciones nativas, surgidas en las Iglesias en formación, y que son como la huella dejada por la entrega generosa de los misioneros. Es responsabilidad nuestra, como Iglesia, apoyar a estas vocaciones, que tienen que superar dificultades añadidas por las circunstancias de sus entornos. Lo hacemos hoy con nuestra oración y nuestra cooperación económica.

35.- Evangelizar es testimoniar una vida en servicio (Domingo, 29/4/18)

Es una llamada al servicio confiado como actitud síntesis de toda una vida entregada. No conquistar, sino servir y esperar confiados. Asumir el servicio como naturaleza y sentido de la vida. Transformar la existencia en don, gracia, bendición…

Es la respuesta cristiana a un corazón ávido de poseer para adquirir poder y gloria. Buscar el tener y el poder es denigrante y esclavizante, es una idolatría implacable que exige sumisión total y absoluta. La pretensión adámica de no servir sino servirse, ser como Dios pero sin Dios, de conquistar, ganar, triunfar…, transforma todo paraíso en desierto, y puede llegar a ser infierno.

La razón fundamental del servicio confiado es porque Dios es su Padre y Él se siente Hijo, lo cual se traduce en una actitud de abandono, de confianza, de entrega… Viviendo siempre desde la convicción de ser el Siervo de Yahvé… Su Palabra, su Proyecto, su Voluntad, su Hijo.

Debe ser un servicio integral, con todo lo que tenemos, valemos y somos:

-Todo lo que tenemos es para administrar en orden al bien común.

-Todo lo que valemos son carismas para el bien de la comunidad.

-Todo lo que somos es para que sean los demás, para adornarnos con ellos.

Vivimos en función de enriquecer, hacer posible y adornarnos con los demás; que tengan, valgan y sean.

Cuidando la manera de realizar el servicio: sincero, desde dentro hacia fuera; humilde, desde abajo hacia arriba; respetuoso, dignamente, con sentido litúrgico, es al Señor; confiado, amor saca amor.

Tiene que llegar hasta el extremo, hasta beber el cáliz, hasta la consumación, hasta descansar en las manos de Dios (cf Lc 23,46). Las manos de Dios son su salvación, la condena es huir de las manos del Padre.  Sus manos son resurrección, no es Dios de muertos, sino de vivos; Él no sabe dar muerte, sino vida.

Es la esperanza llevada hasta el extremo: lo entrega todo, como señal de que todo lo espera de Él; la ofrenda es la medida de nuestra esperanza…, aquí es total; se trata de esperar más allá de la muerte. No hay lugar para la desesperanza.

36.- Consagrados y enviados, discípulos y misioneros         (Domingo, 6/5/18)

A imagen de Jesús, el Hijo predilecto «a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo» (Jn 10,36), también aquellos a quienes Dios llama para que le sigan son «consagrados» y «enviados» al mundo para imitar su ejemplo y continuar su misión.

La palabra «consagrados» acentúa dos notas esenciales: «totalidad» y «radicalidad»: ya sea para hacer de Jesús el todo de la existencia, la conformación a Cristo, que éste sea el principal reto y quehacer; ya sea para hacer de la misión de Jesús el todo del sentido de toda la vida, como lo fue la vida entera de Jesús. Se busca que los llamados lleguen a ser memorias vivas del «ser» y del «actuar» de Jesús.

Y la palabra «enviados», señala que tienen la misión profética de recordar y servir al Designio de Dios, tal como ha sido anunciado por las Escrituras (cf. Lc 4,21), y como se desprende de una atenta lectura de los signos de la acción providencial de Dios en la historia.

Esto requiere una profunda experiencia de Dios y de los retos de nuestro tiempo: captando la llamada de Dios a trabajar según sus planes, con una inserción activa y fecunda en los acontecimientos de nuestro tiempo; captando su sentido teológico, mediante el discernimiento efectuado con la ayuda del Espíritu Santo

Esto hace necesaria la escuela evangélica donde los llamados se inicien, se hagan radicalmente discípulos«consagrados»-, y misioneros –«enviados»-, o sea: «evangelios vivientes»

37.- Llamados a ser epifanía del amor de Dios en el mundo   (Domingo, 13/5/18)

El Lavatorio es epifanía del amor de Dios, revela la profundidad del amor de Dios por el hombre. Es paradigma de nuestro programa de vida, del sentido de la vida cristiana: un amor oblativo, servicial, que se traduzca en servicios concretos. Es característica del seguimiento cristiano, sobre todo a los más pobres… Hay que ser a la par: contemplativos del Verbo en el seno del Padre, y seguirlo en la kénosis, desear ir y hacer lo que Él.

Amar con el corazón de Dios supone una instalación radical y total en Cristo, vivir la respuesta fiel al amor primero. Para amar “como Yo” es necesario vivir en Él y de Él, sólo quien vive en Él arde con un fuego de caridad divina en grado de “incendiar” el mundo. De aquí toma fuerza la disponibilidad para realizar obras de promoción humana y espiritual, que testimonian que el amor es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse. Este el principio que debe dirigir toda acción y el fin al que debe tender. Actuando con caridad o inspirados por la caridad, nada es disconforme y todo es bueno.

Ser la epifanía del amor del Dios en el mundo tiene dos dimensiones esenciales: amar a Dios con todo lo que uno es, hasta dar incluso, si es necesario, la vida por Él… el testimonio del martirio; e inclinarse, como Cristo, sobre las necesidades de todos, especialmente de los más pobres y necesitados, porque quien ama con el amor de Cristo, no busca el propio interés, sino únicamente la gloria del Padre y el bien del prójimo. Aquí se encuentra el secreto de la fecundidad apostólica de la acción misionera, que traspasa las fronteras y las culturas, llega a los pueblos y se difunde hasta los extremos confines del mundo.

Después de su resurrección, Jesús encomienda a sus Apóstoles ser testigos –epifanía– de esta “manera de amar” hasta los confines del mundo: Jesús confió esta misión a su Iglesia. Cristo sigue llamando, comunicando el Espíritu Santo, su modo de amar, apremiando a servir. Desde entonces, la Iglesia continúa esta misma misión, que constituye para todos los creyentes un compromiso irrenunciable y permanente

38.- Evangelizar es el primer servicio a la humanidad   (Domingo, 20/5/18)

Evangelizar es la mayor obra de caridad. La humanidad tiene necesidad de ser liberada y redimida.  La creación sigue sufriendo y alimentando la esperanza de entrar en la libertad de los hijos de Dios (cf. Rm 8,19-22). También la humanidad sufre y espera la verdadera libertad, un mundo diferente, mejor, espera la “redención”. Y, en el fondo, sabe que este mundo nuevo esperado implica un hombre nuevo, requiere “la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19).

El panorama de nuestro mundo de hoy urge una evangelización radical y total. Por una parte ofrece perspectivas de desarrollo económico y social prometedoras…  Por otra, presenta graves preocupaciones en lo que se refiere al futuro del hombre:

-La violencia marca las relaciones entre los individuos y los pueblos.

-La pobreza oprime a millones de habitantes…

-La discriminación y persecución por motivos raciales, culturales y religiosos empujan a muchas personas a huir de sus países buscando refugio y protección…

-El progreso tecnológico, cuando no es para la dignidad ni el bien del hombre, ni ordenado a un desarrollo solidario, pierde su potencialidad de factor de esperanza y corre el riesgo de agudizar desequilibrios e injusticias ya existentes.

-Existe una amenaza constante en lo que se refiere a la relación hombre-ambiente, debido al uso indiscriminado de los recursos, con repercusiones sobre la misma salud física y mental del ser humano.

-El futuro del hombre está amenazado por los atentados a su vida, que asumen varias formas.

Ante esto sentimos el peso de la inquietud, atormentados entre angustias y esperanzas (cf. GS 4), y nos preguntamos con preocupación: ¿qué será de la humanidad y de la creación?, ¿hay esperanza para el futuro, o mejor, hay un futuro para la humanidad?, ¿cómo será este futuro?

La respuesta a estos interrogantes nos viene del Evangelio: Cristo es nuestro futuro. Su Evangelio es la comunicación que cambia la vida, da la esperanza, abre de par en par la puerta oscura del tiempo e ilumina el futuro de la humanidad y del universo (cf SS, 2). “Quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida” (SS, 27). Es, pues, un deber urgente para todos anunciar a Cristo y su mensaje salvífico. “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!” (1Co 9,16).

39.- Llamados a ser evangelios vivientes   (Domingo, 27/5/18)

La vida y la actividad misionera es siempre respuesta al amor con el que Dios nos ama. Este Amor, redime y empuja a la missio ad gentes. Nos lleva a hacer crecer en la familia humana la armonía, la justicia, la comunión entre las personas, las razas y los pueblos, a la que todos aspiran (cf DC, 12). Ese amor conduce la Iglesia hacia las fronteras de la humanidad. La misión llama a beber “de la primera y originaria Fuente, que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios” (DC, 7).

Solamente en esta Fuente (Cristo) se pueden conseguir la atención, la ternura, la compasión, la acogida, la disponibilidad, el interés por los problemas de la gente… Solamente en esta Fuente (Cristo) se pueden conseguir aquellas otras virtudes necesarias a los mensajeros del Evangelio, que hacen posible el dejarlo todo y dedicarse completa e incondicionalmente a esparcir en el mundo la caridad de Cristo.

Tres claves son esenciales para responder hoy a las exigencias de una Nueva Evangelización: vivir de forma radical y total:

-La referencia a Dios que toma la iniciativa, llama, consagra y envía.

-El señorío de Cristo entregado, configuración evangélica y misionera.

-El protagonismo del Espíritu: su estilo, sus frutos, y transformar todo en bien.

Solo así se puede llegar a ser “evangelios vivientes”, la actualización del “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,21).

40.- El futuro de la misión depende de la contemplación (RMi 91)     (Domingo, 3/6/18)

María es maestra y guía de contemplación, en vistas a madurar y asimilar la Palabra, meditándola en el corazón (cf (Lc 2,19.51):

– Ella contempla sin cansancio, con amor; capta, descubre, medita…; desentraña sentimientos, actitudes, sensibilidades, reacciones…; medita lo que desde el principio la desconcierta: la kénosis, los aparentes silencios de Dios.

– Ella aprende a descubrir en sus rasgos humanos la gloria eterna del Hijo de Dios (Jn 1,14). Todo le lleva a un conocimiento más profundo y comprometedor de su misterio. Todo le impulsa a penetrar en el misterio de Dios-Trinidad (cf Jn 14,9). Nunca dejó de ser discípula, creyente, confiada…; disponible, fiel y alegre…

Una Iglesia que no fuera contemplativa no sería signo creíble del Evangelio, se le tiene que ver enamorada, seducida, con trato de intimidad, “de la abundancia del corazón habla la boca…”. “no podemos callar” (cf Hch 4,20). “El futuro de la misión depende en gran parte de la contemplación” (RM 91). “El misionero es un testigo de la experiencia de Dios” (RM 91). El mundo de hoy pide testigos más que maestros (cf EN 76).

María es la “memoria” contemplativa de la Iglesia. ¿Cómo reaccionar ante los grandes problemas, ante el dolor inocente y ante las injusticias perpetradas con arrogante insolencia? María nos enseña a aprender a reconocer en el aparente “silencio de Dios”, la Palabra que resuena en el silencio por nuestra salvación. Hoy se muestra en las nuevas pobrezas materiales, morales y espirituales que la sociedad contemporánea produce. El grito de Jesús en la cruz revela cómo ha asumido sobre sí este mandato.

41.- María alienta a la misión invitando a la santidad   (Domingo, 10/6/18)

La santidad es la autodonación divina, la esencia de Dios, su naturaleza, la vida divina y eterna, una capacidad sobrenatural de amar, algo inalcanzable para el hombre.

La santidad tiene una triple dimensión:

– Es un don sobrenatural, interior y permanente que diviniza, familiariza y glorifica…

– Es un proceso que tiene un inicio, un camino de maduración y una meta, en el que se va realizando un seguimiento permanente y progresivo; es una escuela donde se aprende un talante, un estilo evangélico, hasta llegar a ser testigo de una manera de ser.

– Es un impulso que arrebata y entrega para recrear la verdad, el bien y la belleza…

María ilumina a la Iglesia en la triple dimensión de la santidad: en la acogida del don, en el proceso de la santidad y en el impulso de entrega total y absoluta:

– En la acogida del don: siendo modelo de escucha, de fe, de disponibilidad, de entrega, de fidelidad radical, de obediencia absoluta…

– En el proceso de maduración: las palabras de María en Caná, en las que invita a la escucha obediente de la palabra del Señor (Jn 2,5), indican a todos cómo ser auténticos discípulos de su Hijo.

– En el impulso de entrega total: las obras de María acreditan la presencia de Dios en Ella, es la “Madre de mi Señor…” (Lc 1,43), a través de Ella Dios visita

El auténtico misionero es el santo. La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad… la vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión” (RM 90).

María alienta a la misión invitando a la santidad. La renovación de la misión eclesial depende estrechamente de la renovación espiritual y pastoral. El Cenáculo es el punto de referencia para prepararse a recibir las nuevas gracias del Espíritu Santo (cf Hch 1,14), para implorar el Espíritu y obtener fuerza y valor para cumplir el mandato misionero. También nosotros, mucho más que los Apóstoles, tenemos necesidad de ser transformados y guiados por el Espíritu (RM 92).

42.- María es modelo en el camino de la misión    (Domingo, 17/6/18)

Sabiéndolo reconocer presente en todo el que sufre (cf Mt 25,35-36; cf NMI 49). Si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que Él mismo ha querido identificarse. Este pasaje no es una simple invitación a la caridad: es un tratado de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre este pasaje, la Iglesia comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia.

Siendo testimonio profético, silencioso y elocuente protesta, contra un mundo inhumano (cf Magníficat). A la par que canta agradecida por el don recibido, anuncia la realización de las promesas del Señor, los lamentos y bienaventuranzas:

Dispersa a los soberbios de corazón…           – Su brazo poderoso con los sencillos…

Destrona a los poderosos…   .                       – Enaltece a humildes y últimos…

Despide vacíos a los ricos…                          – Colma a los hambrientos, pobres…

Contando con la permanente presencia benefactora de Dios.

Comprometiéndose en la construcción de la civilización del Amor, ya sea en la búsqueda permanente de la promoción de la persona, despertando una nueva imaginación de la caridad; ya sea en la eficacia del servicio, y sobre todo en la capacidad de hacerse solidarios con el que sufre, de manera que el gesto de ayuda sea sentido como un compartir fraterno. Esta forma de evangelización, cumplida a través del amor y la dedicación a las obras, asegura un testimonio inequívoco a la caridad de las palabras.

Ejerciendo la maternidad espiritual, siguiendo el ejemplo de María, la Iglesia tiene que hacer nacer y crecer a Cristo en los corazones de los fieles. Así como María acoge a todos y a cada uno en la Iglesia, acoge también a todos y a cada uno por medio de la Iglesia, por eso es su modelo (cf RMa 47). La Iglesia “aprende de María su propia maternidad” (RMa 43). El espíritu misionero es, pues, sintonía con el amor materno de María. La misión consiste en anunciar a Cristo, contemplado, amado, presente en medio de la comunidad y en el corazón, en comunicar a los demás la propia experiencia de Jesús (RM 24).

43.- Cuatro rasgos paradigmáticos de María misionera      (Domingo, 24/6/18)

María es modelo de oración de intercesión permanente por las necesidades del mundo.

– Intercede por las necesidades materiales y por aquello que posibilita su solución: Caná.

– Intercede por la necesidad de Pentecostés.

– Es medianera de toda gracia, intercesora, abogada, auxilio…

María es modelo de una vida asociada a la redención de Cristo:

– Puesta como piedra de tropiezo… una espada atravesará su corazón (cf Lc 2,34-35).

– Guardando en el corazón los misterios inexplicables de Dios confía y espera, hasta la cruz.

– El Vía Crucis de María la convierte en Corredentora.

María es modelo de vida entregada para la construcción del Reino: (cf Magníficat)

– Por mí, llegará la misericordia del Señor a sus fieles

– Por mí, el Señor derrocará, dispersará a los soberbios y poderosos…

– Por mí, el Señor enaltecerá, colmará de bienes a los pobres…

– Por mí, la misericordia del Señor llega generación tras generación…

María es modelo de vida consagrada, que responde de manera radical a una vocación:

– Respuesta radical a consagrar su vida, de por vida: Anunciación, Fíat… Disponibilidad.

– Respuesta fiel a la consagración de su vida hasta los pies de la cruz… Fidelidad.

– Respuesta absoluta y total a la consagración universal de su vida: Ahí tienes a tu hijo…

44.- La misión tienen una actualidad perenne    (Domingo, 1/7/18)

Aparece una nueva época para la misión universal con sus ambivalencias: se siente la necesidad de un impulso misionero y se reivindica la primacía del primer Anuncio, pero quedan bloqueados por lo inmediato y por el mantenimiento; los misioneros experimentan que no se valora su testimonio por la fe y la vida cristiana; las nuevas circunstancias históricas multicultural y multirreligiosa son vividas con perplejidad e indiferencia más que como kairós; las nuevas corrientes ideológicas parecen socavar los núcleos fundamentales de la fe y por ello la espontaneidad del testimonio misionero.

Todo ello hace que sigan teniendo actualidad las preguntas que dirigía san Juan Pablo II a toda la Iglesia en Redemptoris missio 4: La misión universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo, tal como se expresa en la profesión de fe trinitaria… Sólo en la fe se comprende y se fundamenta la misión. No obstante, debido a los cambios y a la difusión de nuevas concepciones teológicas, algunos se preguntan: ¿Es válida aún la misión entre los no cristianos? ¿No ha sido sustituida quizá por el diálogo interreligioso? ¿No es un objetivo suficiente la promoción humana? El respeto de la conciencia y de la libertad ¿no excluye toda propuesta de conversión? ¿No puede uno salvarse en cualquier religión? ¿Para qué entonces la misión?.

Esa es la razón por la que la Iglesia asume diez grandes retos que están esperando una adecuada respuesta:

– Pasar del concepto de las «misiones», a la misión universal de la Iglesia que compete a todos.

– Unicidad y universalidad de la salvación de Jesucristo, único y universal.

– Necesidad de hacer siempre el Anuncio de la salvación.

– Tener siempre como objetivo el Reino de Dios.

– Tener claros los confines de la pastoral misionera.

– Las nuevas fronteras de la misión ad gentes.

– Vivir la misión como cooperación entre las Iglesias.

– Valor permanente de las vocaciones misioneras “ad vitam”.

– Madurar y desarrollar la vocación misionera de los laicos.

– La necesidad de coordinación de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades.